Algo tiene la parroquia de Pría, que presume de ser ajena a los problemas de natalidad. En este rincón de Llanes, donde ayer celebraron La Flor, entregaron una rosa a cada nacido desde la fiesta del año pasado: hubo que repartir quince entre quince retoños. La palma de la fertilidad se la llevó Piñeres, pero el resto de pueblos tampoco se quedaron cortos y la iglesia se llenó de la vida que da una quincena nueva de parroquianos.

Cada familia recibió una flor, al igual que lo hicieron quienes en este año han cumplido 18 años, los matrimonios que llevan 25 años juntos y los que han convivido durante el último medio siglo. Es el caso de Ramón del Campo y Rosi Izarraga, quienes llevaron una buena sorpresa. Los homenajes son el momento más emotivo de la fiesta de Pría y la dedicatoria de las coronas de la virgen y el niño, concedidas a Palmira Inés Granda y Arancha Uruburu, hicieron brotar más de una lágrima.

En Pría también lanzaron un mensaje sobre si el pericote y el traje de llanisca deben estar protegidos como patrimonio inmaterial. No los consideran el peligro, porque el traje y el baile son "como respirar" y no conciben que nadie los pueda proteger: "Está en nosotros".

Antes de este acto se celebró la misa, a la que precedió el ofrecimiento de los ramos: dos portados por niños pequeños y uno cargado a hombros por varios de los muchos porruanos que ayer se vistieron para La Flor, y luego procesión, que tuvo que esquivar los muchos coches aparcados en el entorno, desde el templo casi hasta el cruce con la carretera general. El día continuaría con una animada comida campestre que gran parte del tiempo gozó, contra todo pronósticos, de buen sol primaveral.