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Tokio tiene cabida en Samartín

"Aquí se vive mejor, hay mucha paz" señala la japonesa Eiko Furuya, que regenta unos apartamentos rurales desde hace once años en la localidad

Ángeles Rivera, Eiko Furuya y Amelia Puertas, en la iglesia de Samartín de Grazanes. CRISTINA CORTE

En Samartín de Grazanes hay desde 2005 un pedacito de Tokio gracias a Eiko Furuya. Esta arquitecta dejó atrás la ciudad más poblada de Japón (con más de 38 millones de habitantes) para fundar junto a su marido vasco unos apartamentos rurales en esta localidad canguesa que suma poco más de veinte vecinos. "Aquí se vive mejor porque hay mucha paz y no se oye el ruido de los coches, aunque parece que cuesta más encontrar trabajo", explica Furuya, que se mudó a España para estudiar cocina. Hojas medicinales y hierbas aromáticas disecadas son algunas de las decoraciones que cuelgan de las paredes del hogar con vistas privilegiadas a los Picos de Europa que ella misma diseñó. Lo único que echa en falta de la gran ciudad, a la que vuelve una vez al año, es el buen funcionamiento de internet, que en el pueblo falla. "Al principio la gente se sorprendía de ver aquí una oriental pero me llevo muy bien con todo el mundo, no me costó tanto adaptarme", apunta sonriente, mientras pasea a su perrito "Kei". "El pueblo me gustó porque estaba bien comunicado (a 1,2 kilómetros de Mestas y a 12 de Cangas de Onís) y hace poco arreglaron la carretera", dice.

Entre las amistades de Furuya se encuentra Ana Merino, que decidió reformar su antigua cuadra como casa rural y a sus 68 años goza de su jubilación en Samartín, tras 20 años ganándose la vida en Suiza. "Me gusta estar aquí por las vistas únicas de los Picos y del valle del Güeña, por la tranquilidad y porque lo único que escuchamos es el sonido de los pájaros y los cencerros", resalta, mientras cultiva su huerto la lugareña, que nació en la antigua casa del cura. "Antes vivíamos todos de la agricultura pero el turismo rural ha dado un empuje al pueblo, donde quedan dos ganaderos", asegura.

Amelia Puertas, tiene medio centenar de reses de carne en su explotación. Para ella, uno de los días más señalados en el calendario es el 31 de agosto, cuando los vecinos celebran la fiesta de San Ramón, que incluye subasta del ramu y una pequeña verbena nocturna en una finca ubicada a escasos metros de la iglesia románica de Samartín de Grazanes. "Es un edificio del siglo XIII que conserva una pila bautismal monolítica muy antigua. En el exterior destaca la portada con alfiz derivada del arte islámico, una rareza en Asturias", explica Puertas.

Con ella coincide Ángeles Rivera, que pide "un poco más de atención" para esta construcción" Las vecinas están orgullosas de haber recuperado el mes pasado la luz en el templo, que se surte de una placa solar instalada en el tejado. A pocos metros de la iglesia se encuentra el cementerio, del que también hacen uso los vecinos de Beceña, Villaverde, Pedrugada o Sotu l'Ensertal.

Los vecinos presumen de un pueblo que ha evolucionado conforme a los tiempos, a la par que reclaman "para estar en la gloria" mejoras en las pistas ganaderas y en el colector para los desagües "porque ahora van a parar al agua del río", lamentan.

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