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Personajes de Cangas de Onís

La fidelidad tiene premio

Emilio Quesada recibió en Francia medallas y diplomas después de trabajar durante más de tres décadas en la misma empresa

Emilio Quesada Vega, con las medallas que le entregó el Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación Profesional de Francia. J. M. CARBAJAL

Emilio Quesada Vega, que cumplirá 82 años el 9 de mayo, emigró a principios de la década de los 60 a Francia en busca de un futuro más halagüeño. Con trabajo y tesón consiguió el reconocimiento de la empresa, así como de sus compañeros, recibiendo sendas medallas de honor: una, de plata, por sus dos décadas en la misma firma; y otra, de plata-dorada, al cumplirse tres décadas en su faceta de ajustador de automóviles de Citroën, en 1994.

Benjamín de una familia numerosa -tenía otros ocho hermanos-, nació en el barrio cangués de La Morra, a la vera del río Güeña. Acudió, como otros muchos niños de su generación a las Escuelas Públicas Vázquez de Mella, hasta cumplir los 12 años. Debía ganarse la vida, por lo que empezó, ayudando en lo que podía, a "Latín, el de les bicicletes", cuyo pequeño taller estaba localizado en terrenos donde se asienta actualmente la iglesia parroquial de Santa María. "Arreglaba bicis y también las alquilaba", recuerda Emilio.

Después, probó como pinche en la carpintería y ebanistería de Máximo Blanco, pues su principal objetivo era más que nada aprender el oficio, aunque no percibiera remuneración alguna. En aquella época, tiempos francamente duros y difíciles, prestaban servicios para el conocido empresario cangués una veintena de trabajadores, principalmente dedicados a la fabricación de muebles artesanales. Tiempo más tarde, Emilio pasó a trabajar, en el sector de la ebanistería, con sus hermanos Pepe y Manolo, en un local situado en La Morra.

A los 18 años estaba decidido a marcharse como voluntario al servicio militar. Una conversación con el farmacéutico Pepe Comas propició un drástico cambio de planes: le ofreció ocupar el puesto de mancebo en la farmacia de la calle San Pelayo, en sustitución de su hermano Jesús Quesada -un año mayo-, quien debía incorporarse a filas, destinado a Valladolid. Emilio, no se lo pensó dos veces y aceptó la proposición laboral mientras Jesús, su hermano, cumplía la "mili" .

Cuando se licenció Jesús, éste acabó reincorporándose a su antiguo puesto en la Farmacia Comas; en tanto, Emilio cogió los bártulos con destino a Zamora, pues iba a un cuerpo especial del Ejército por un periodo, en principio, de medio año. Las cosas se torcieron: "cambiaron el sistema y al final tuve que hacer los dieciséis meses de servicio militar", dice. Eso sí, apenas hizo guardias, ya que logró disfrutar de un permiso especial de 15 días por la limpieza de su mosquetón, el cual había previamente barnizado.

De regreso a Cangas, empezó a trabajar como cobrador de autobuses en Transportes El Sella, en la ruta de Arriondas a Covadonga, con paradas discrecionales a lo largo de ese trayecto. La firma fue adquirida, en 1962, por Autocares Mento, para la que también prestó servicios, aunque en este caso como chofer. Durante algún tiempo, mientras hacía ese mismo itinerario de línea , Emilio tenía de compañero de fatigas, en tareas de cobrador de billetes, a "Paco el de Benia". A finales de 1962, antes de la Navidad, Emilio dio un sustancial e importante cambio a su vida: emigró a Francia, a París, donde le aguarda un nuevo horizonte laboral en la marca de automóviles Citroën. Se incorporó el 15 de enero de 1963.

Emilio era bastante hábil para manejar máquinas, por lo que comenzó montando rótulas de dirección. Poco a poco fue salvando las barreras idiomáticas y demostrando su buen hacer dentro del engranaje de la compañía. Le tocó vivir la cadena de protestas ocurridas en París durante los meses de mayo y junio de 1968. "Cuarenta días estuvimos en huelga. No funcionaba nada, ni trenes, ni aviones...", rememora sobre lo que fue la mayor huelga general de la historia de Francia, y posiblemente de Europa occidental, secundada por más de nueve millones de trabajadores.

En enero de 1970, asentado en la ciudad parisina, la empresa automovilística le sugiere más formación laboral para poder seguir creciendo profesionalmente dentro de la misma. Reacio en un primer momento, acabaría animándose a retomar los libros y acudir a clases para sacarse el certificado correspondiente de Formación Profesional, validado por los organismos competentes franceses. Lo consigue el 17 de julio, como ajustador de automóviles Citroën, en Bodigny.

La fidelidad de los trabajadores a la empresa siempre fue recompensada, a tenor de la antigüedad. Emilio guarda como oro en paño dos medallas y sendos diplomas, expedidos ambos por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación Profesional: la primera medalla, de plata, con su nombre inscrito en el reverso, y con los colores de la bandera francesa, la recibió cuando cumplió 20 años de servicios; y la segunda, de color plateado-dorado, al llegar a los 30 años. "La otra sería a los 50 años, pero ya no me toca", asevera con una sonrisa.

Tras jubilarse, en 1999, Emilio Quesada regresó a Cangas de Onís, aunque era habitual que las vacaciones anuales las pasase en su ciudad natal mientras trabajó en París. "Ahora hago vida tranquila", resume. Casado desde hace 52 años con Guillermina Narciandi Fernández, ésta oriunda de Següencu (Cangas de Onís), tienen un hijo, Luis, nacido en Francia y residente en el país galo. Una de las aficiones de Emilio fueron las bicicletas y le encantaba pasear por las calles parisinas. En Cangas, le entretiene caminar, junto a su esposa y charlar con los amigos.

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