Han pasado muchos años desde que dejaron la escuela, pero aquella época y el recuerdo de su profesor, Antonio García del Valle, siguen vivos en su memoria y afloran cada vez que se juntan. Veintiséis personas participaron el domingo en el séptimo encuentro de exalumnos de la escuela de San Esteban de Leces, en Ribadesella, una cita consolidada en la que comparten vivencias, mesa y mantel, esta vez en Casa Tista, de Toriellu.

La coincidencia del encuentro con las comuniones en Ribadesella mermó algo la afluencia, pero no restaron ni un ápice de emotividad a una jornada que comenzó con una misa en la iglesia de San Esteban, frente a la escuela en la que coincidieron. Los veintiséis que acudieron a esta séptima reunión fueron, además, alumnos del mismo maestro, "don Antonio", casado con Carmela y natural de Tornín (Cangas de Onís). "Estuvo 24 años en San Esteban de Leces y era el mejor profesor que pasó por aquí en la historia, se implicó muchísimo con los chicos", rememora José María González, más conocido en la zona como "Chichi".

García del Valle no sólo se afanaba en que sus alumnos aprendieran en el horario normal de la escuela, sino que a quienes por trabajar no podían ir les daba clases particulares gratuitas por las noches hasta los 16 años. No costaban nada para quienes les correspondía la escuela de San Esteban, pero quienes llegaban desde escuelas "con menos envergadura" como las de Torre, Vega y Tereñes, sí pagaban por aquellas clases particulares. "Chichi" fue uno de los alumnos nocturnos de don Antonio, que le ayudó a obtener el certificado escolar cuando tenía tan sólo 11 años y quería dejar la escuela para ponerse a trabajar. Quería comprarse una bicicleta, algo que no consiguió hasta los 14, pero después continuó yendo un tiempo a aquellas clases que por el invierno empezaban sobre las siete de la tarde, cuando ya había oscurecido. "Era muy generoso y se implicaba mucho con los críos. Incluso después de terminar la edad escolar hacía un seguimiento de ellos, en una palabra se molestaba", describe "Chichi", al tiempo que alaba la implicación del matrimonio "en la labor social del pueblo" al participar en las primeras comuniones, haciendo chocolatadas para todos e incluso haciendo de padrinos de varios vecinos, tanto recién nacidos como recién casados. Antonio y Carmela ya han fallecido, pero continuarán vivos muchos años más en la memoria de los alumnos del primero.