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El legado de Ruiz de la Peña en Andrín

Los vecinos de la localidad llanisca, de la que el catedrático de Historia Medieval era "hijo adoptivo", lo recuerdan como un hombre amable y cercano

Nacho Ruiz de la Peña, vestido de porruano, junto a Carlos Suárez y otros vecinos y visitantes, durante la fiesta de Nuestra Señora de Andrín, en el año 2012. RAMÓN DÍAZ

El recuerdo de Juan Ignacio Ruiz de la Peña sigue más vivo que nunca en Andrín. Quince días después de su fallecimiento los vecinos de esta localidad llanisca, que tanto quiso y en la que tanto se sumergió el recordado catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo -hasta pasar por un lugareño más-, siguen reviviendo todo tipo de vivencias con un personaje que ha dejado en este rincón del concejo de Llanes una huella imborrable tras más de cuarenta años de veraneos y visitas durante innumerables fines de semana y etapas vacacionales. Los elogios hacia la figura del medievalista son muchos y salen a borbotones de la boca de todos los lugareños le trataron.

Rafael Sordo Turanzas, "Falo", uno de los grandes defensores de la cultura musical y folclórica en Llanes, subraya el importante y desinteresado apoyo que "Nacho", como era conocido en Andrín, siempre le ofreció para colaborar en todo lo que fuese necesario. A la mente de Falo viene un momento muy concreto: la fecha en la que se celebró el primer concurso de tonada de Andrín. "En 1983 comenzamos a organizar un concurso comarcal de tonada que con posterioridad pasó a ser regional. Ruiz de la Peña estuvo siempre ahí y trajo a importantes personalidades al certamen, además de ser parte activa del mismo como jurado", recuerda. El festival de tonada, el único que se celebraba en el Oriente en aquel tiempo y de los pocos que había en Asturias a comienzos de los años ochenta, se transformó entre 1991 y 2001 en una muestra de folclore regional que también contó con el total apoyo del historiador ovetense, gran amante del baile por antonomasia de la cultura llanisca: el pericote. Bajo el punto de vista de Turanzas lo más destacado de la figura de Nacho Ruiz de la Peña fue "la inquietud por el entorno y la naturaleza que rodeaba a Andrín, así como su actitud dialogante y tranquila. Estaba muy apegado a Andrín y a todas sus tradiciones. Su mujer y sus hijas se han vestido siempre para Nuestra Señora con el traje de aldeana llanisca y él de Porruano. Era habitual verle sentado en la bolera, después de misa, hablando con los vecinos, o en todos cuantos conciertos organizábamos en la iglesia", indicó. Falo aseguró que el mejor legado que ha dejado en el pueblo es haber contagiado a su familia el cariño por Andrín. "Uno de sus nietos participó, el día de Nuestra Señora del año pasado, en el festival folclórico interpretando varios bailes", recordó.

Teresa García Miguel asegura que hablar de Ruiz de la Peña hace que se le erice la piel. Regenta esta mujer una tienda de comestibles en el barrio de Los Cantones, a escasos metros de la casa familiar de los Ruiz de la Peña. "Donde estaba, lo llenaba todo", apuntó. El deceso del historiador conmocionó a la localidad llanisca. "Como persona no he conocido a nadie parecido, era muy sencillo y siempre tenía palabras sabias para todo el mundo", aseguró.

García Miguel subraya el cariño con el que Ruiz de la Peña trató siempre a los más jóvenes. "Animaba a todo el mundo a estudiar y a formarse y siempre se ponía al servicio de todas las personas que lo necesitasen. A mí me matriculó en la Universidad de Oviedo donde estudié Graduado Social", asegura. Los halagos de García se extienden también para la esposa de Ignacio Ruiz de la Peña, Isabel González, y las tres hijas de este. "No hay palabras para definirlo. Era muy cercano, estaba siempre pendiente de todos y su casa siempre estaba abierta", resaltó.

"Fue la mejor persona que pasó por aquí y me atrevo a decir que no habrá nunca más otro como él". Esther Fernández alabó a Nacho Ruiz de la Peña mientras buscaba en un álbum, fotos de él y de su familia vestidos con el traje típico de Llanes el día de la fiesta de Andrín. "Sintió siempre al pueblo como algo propio y fue un gran entusiasta de la fiesta de Nuestra Señora. Su mejor cualidad era la humildad y su facilidad para ofrecerse a colaborar con cualquier causa sin esperar nada a cambio", indicó Fernández desde su casa situada a los pies de la torre medieval de Andrín. "En el pueblo no hay nadie que no pueda hablar maravillas de él. Su muerte nos conmocionó a todos y la sentimos como la de un vecino más", señaló.

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