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Personajes de Cangas de Onís

El veterinariu, medio siglo sobre ruedas

Manuel Martínez Caso ejerció por la comarca con hasta 18 vehículos, entre coches y motos, con los que recorrió miles de kilómetros anuales

Manuel Martínez Caso, leyendo LA NUEVA ESPAÑA. J. M. CARBAJAL

Insignia de Oro del Colegio Oficial Veterinario del Principado de Asturias; diploma de Inseminación otorgado por la Dirección de Ganadería (Ministerio de Agricultura), Premio Veterinario concedido por la Fundación Artesanal y de Promoción Social de la Caja Rural de Asturias; Colegiado de Honor como reconocimiento a su labor profesional; diplomado en Sanidad por la Escuela Nacional de Sanidad (1971). Esos son algunos de los galardones que ostenta Manuel Martínez Caso, Manolín "el veterinariu", por su dilatada trayectoria laboral, casi medio siglo, como veterinario en el concejo de Cangas de Onís y también en otros municipios limítrofes.

Nació en San Martín de Bada (Parres), el 19 de marzo de 1926, aunque cuando contaba apenas doce meses ya se trasladó a vivir a Prestín, a las puertas de la ciudad canguesa. Tercer hijo -eran seis hermanos- del matrimonio formado por José Martínez Llano, natural de Llau (Parres), y Consolación Caso Blanco, de Santianes de Tornín (Parres), cursó la Primaria en las Escuelas Graduadas de Cangas de Arriba. Posteriormente, estudió en el Instituto de Segunda Enseñanza, ubicado en el Palacio de la Prida. Eso sí, en febrero de 1936, las clases de trasladarían al nuevo edificio construido en Contranquil.

Corría 1946 cuando, tras superar las pruebas de acceso, ingresa en la Facultad de Veterinaria de León, adscrita a la Universidad de Oviedo, licenciándose un lustro más tarde. Retornó a Cangas con su flamante título y comenzó a ejercer la que sería su profesión durante 49 años por la comarcal, preferentemente en los concejos de Cangas y de Parres. "No había carreteras y tenía que desplazarme a pie o en caballo", rememora el veterinariu, como le conoce todo el mundo. Aún más: una moto Guzzi Hispania de 65 centímetros cúbicos acabó siendo su primer medio de locomoción, aunque también tuvo sendas Vespas -la segunda de ellas adquirida al párroco Juan Bautista Fernández- y una Lambretta.

Allá por 1953 empezó con la inseminación, estableciendo un circuito que, poco a poco, iría perfeccionado. En un primer momento pasaba por Arriondas, Collía, Fíos, Huexes, Sotu Dueñes, Arobes, Ozanes y regreso hacia Cangas. "Fui modificándolo con el tiempo", dice Martínez Caso. A las motos se irían sumando una retahíla de vehículos de diversas marcas y modelos para atender todos y cada uno de los compromisos contraídos con su abundante clientela. Nada más y nada menos que dieciocho automóviles ha tenido hasta la fecha, pues, actualmente con 90 años de edad, jubilado desde hace algún tiempo, todavía conduce. "Si hay que coger el coche para ir a Oviedo se coge", manifiesta.

Ejerciendo de veterinario hacía miles de kilómetros anuales. Tan sólo sufrió un golpe en la carretera, el cual quedó en un susto morrocotudo y el Opel Astra que manejaba en aquel momento pasó al desguace. El incidente ocurrió en la N-634, a la altura del concejo de Parres, cuando aguardaba en medio de la calzada para desviarse hacía Prunales y recibiendo por detrás un fortísimo golpe de un autobús que circulaba en dirección a Arriondas, desplazándolo al carril contrario y, seguidamente, acabar siendo embestido por otro coche que venía en dirección contraria. Por fortuna no hubo daños personales, aunque el sobresalto fue mayúsculo.

El veterinariu luce una memoria prodigiosa, ya que recuerda con todo lujo de detalles infinidad de anécdotas. En una ocasión, cuando todavía estaban abriendo la caja de la carretera de Cangas a Següencu, le avisan para que se desplace a ese pequeño núcleo rural del concejo para atender un caso. Lo simpático del asunto fue que carecía de lugar adecuado donde poder dar la vuelta al Citroën 2CV que conducía en aquel preciso instante y así seguir ruta. ¿Solución? Los propios vecinos de Següencu ni cortos ni perezosos se encargaron de girar con sus propias manos -a pulso- el coche del veterinario y ponerlo en dirección a la urbe canguesa.

La profesión de veterinario la compaginó durante doce años, a mediados de los 50 del siglo pasado, con la de profesor de Matemáticas -interino- en el Instituto Laboral Rey Pelayo, en Cangas. "Por las mañanas impartía las clases; y las tardes las dedicada al circuito de inseminación por los pueblos", puntualiza Manuel.

Atrás quedaba la época de los periodos de Instrucción en los Campamentos de Milicias, en Monte la Reina, a orillas del Duero, cerca de Toro (Zamora); y en la Granja de San Ildefonso (Segovia), además de los seis meses de prácticas en el Regimiento de Caballería Villanueva n.º 14, en Alcalá de Henares, y en el Regimiento de Caballería de Lugo, terminando de alférez.

De mozalbete, llegó a jugar al fútbol en el Rayo -gran rival del Pelayo, en otro equipo de la ciudad-, junto a Merito, Fernandito, Armando Mori, Pedro (Lata), entre otros. Actuaba de delantero y goleador. También probó en el atletismo, sobremanera el salto de altura, ya que Víctor Lechosa Uría, otrora gerente de las Minas de Buferrera, fundador del grupo de montaña "Peña Santa", fue pionero en la promoción de disciplinas deportivas, incluso el boxeo.

"En una ocasión, por las fiestas de San Antoniu, se organizaron unos combates, con ring y todo. En uno de los combates nos enfrentamos yo y Armando Mori. No recuerdo como quedamos", dice con una sonrisa Manolín.

Casado desde hace 60 años con Ramona (Monchi) Fernández Castro forman un matrimonio muy querido en Cangas. Contrajeron matrimonio en Covadonga, en septiembre de 1955. Tuvieron seis hijos, de los que fallecieron dos -Alberto y Álvaro-. Una de las rutinas de Manolín es tomarse su primer café en "El Abuelo", negocio que regenta su hijo Juanra, leer LA NUEVA ESPAÑA y hacer el sudoku del periódico.

Y si hay que coger el coche para darse una vueltina por la zona se hace, pues tiene carné de conducir desde el 17 de abril de 1956. "Fuimos a Santander a sacarlo Bautista, César Cifuentes -ya fallecido- y yo", rememora.

Tres lustros atrás, la organización de la fiesta de San Cristóbal, liderada por Juan Rodríguez-Noriega -también fallecido- y Juan Luis Casero, tributó un homenaje a Manolín, el veterinariu por sus méritos como conductor ejemplar. Por otro lado, igualmente le rindió un reconocimiento la Cooperativa Agropecuaria del Sella, con sede en Arriondas, en este caso por su apartado laboral.

Entre tanto, dispuso de algo de tiempo para dedicarse a tareas de índole municipal, en calidad de concejal de AP, en tiempos de Toño Vega Díaz y de Pilar Díaz Junco. Además, le encanta la artesanía en madera y atender su pequeño huerto.

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