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Como una rosa a los 103 años

Blanca González del Cueto celebra en familia su cumpleaños y recita de memoria el primer poema que escribió, cuando tenía 14

Blanca Rosa González del Cueto y su bisnieta Alicia, ayer, durante la celebración de su 103 cumpleaños. CRISTINA CORTE

"Salud para toda la familia" fue el único deseo que Blanca Rosa González del Cueto pidió ayer, al soplar las velas de la tarta por su 103 cumpleaños, en Caldevilla (Piloña). Lo hizo rodeada de algunos de sus nietos y biznietos, que siguen sorprendidos por la salud de hierro de la centenaria, que no toma medicamentos más allá de un paracetamol al levantarse y al acostarse.

La mujer, gran aficionada a la lectura y la escritura, mantiene la memoria intacta, tal como prueba el hecho de que aún recuerda el primer poema que escribió, cuando tenía 14 años, dedicado a su pueblo natal de Sevares: "Cantarte quisiera pueblu de Sevares, al compás de mi lira enamorada, a la paz tranquila de tus lares...", recitó ayer de memoria, antes de dar cuenta de un buen trozo de tarta de hojaldre.

La centenaria, que trabajó toda su vida en el campo, achaca su buena salud a la genética. "No hay ninguna fórmula secreta, no hice nada especial. Mi madre también llegó a los 103 años", señaló. Su hijo Alfonso Ferrero y su nuera Alicia Escandón, que se encargan de sus cuidados diarios, achacan su longevidad a "la tranquilidad de su carácter" y al "agua de Güeyu el Ríu".

Uno de los golpes más duros que recibió su vida fue el fallecimiento repentino de su hijo menor, Alfonso Ferrero, el pasado mes de marzo, en Gijón. "Dio un bajón importante, ya no camina, aunque sigue siendo capaz de comer de todo -le encantan el tocino y los tortos-. Lee sin gafas y no se olvida de votar en las elecciones", explicaron sus parientes.

La alegría se la devuelve a diario su biznieta Alicia Amieva, de 15 meses de edad. "La niña le coge la mano y bailan las dos juntas. También le canta nanas para que se duerma y la va a buscar a la cama cuando despierta de la siesta, se llevan genial", resaltan los familiares.

González no rompió su rutina ayer, a pesar de que era su cumpleaños. Así que, como cada mañana, rezó el rosario con un denario que su nieta Patricia Ferrero le trajo de Roma tras el desayuno y después se puso a hacer sopas de letras y a ver la televisión -le encantan los deportes y es fan de María Teresa Campos- hasta la hora de comer. Tras la habitual siesta de dos horas, comenzaron las celebraciones en la casa familiar de Caldevilla. "Me tratan muy bien, se desviven por mí", presumió la centenaria.

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