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Torió, un espacio libre de humos

Ninguno de los nueve vecinos de la localidad canguesa, donde podrían estar enterrados los restos de una torre antigua, es fumador

José Obregón, Marisa Sánchez, Pedro Sánchez, Manolo Sánchez y Antonio Junco, "Carrizal", con la ería de Torió al fondo. C. CORTE

Torió podría guardar un tesoro arqueológico en sus entrañas. Los vecinos de esta localidad canguesa aseguran que cada vez que caminan por la ería donde las leyendas sitúan una "torre quemada" que daría nombre al pueblo, suena raro. "Es un prado normal con hierba, pero si das con el palo suena a hueco allí debajo", explica Marisa Sánchez, que desde su terraza puede divisar la ería.

"Algunos lugareños intentaron hace años excavar la zona, sin éxito, aunque tampoco contaban con muchos medios", explicaron sus hermanos menores, Manolo y Pedro, que restan importancia al mito. Ellos son tres de los últimos nueve habitantes que resisten en este pueblo ubicado a seis kilómetros de Cangas de Onís, al que se accede en coche desde Sotu o desde El Bosque. "La vía la abrió el pueblo con su esfuerzo en los años 60 y el final nos lo arregló el Ayuntamiento el año pasado un poco. También tenemos una pista que comunica con Següencu", cuenta Antonio Junco, más conocido como "Carrizal". Lo que más enorgullece a este lugareño es que su pueblo puede declararse "libre de humos porque ningún vecino fuma".

Otro motivo de orgullo es la fiesta que cada 3 de febrero organizan en honor a San Blas. "Todos arrimamos el hombro para sacar adelante las celebraciones, que cuentan con su verbena y con el reparto de más de 300 rosquillas", explica el hombre, que se niega a dar la fórmula secreta de los dulces.

Ese día hay misa en la capilla restaurada por el madrileño Carlos Sierra en 1997 tras 60 años derruida, tal como reza una placa a la entrada. No es la única renovación arquitectónica del pueblo, en el que en agosto de 2005 se construyeron unos apartamentos rurales.

"Nos han dicho que unos catalanes van a construir también en breve un pequeño hotel aquí. Estamos contentos porque creemos que puede ser un revulsivo para la zona", aseguraron los residentes, que presumen de vistas "inigualables" a los Picos de Europa. "Hace falta savia nueva" apunta Manolo Sánchez, de 71 años. Su hijo, el ganadero Manuel fue el último chaval en nacer en el pueblo. "Cada vez nos lo ponen más difícil con los lobos", cuenta el progenitor, que pone en valor la bonanza de la tierra de Torió para cultivar piescos, peras y cerezas. "Venían desde Sotu y La Riera a apañarlas aquí porque allí no había y estas son gordas y sabrosas pero se nos están secando los árboles", lamenta.

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