"Si funciona, dará mucha riqueza a Lastres". Así resume el empresario Pablo Álvarez el proyecto de la mejillonera que, con todos los parabienes del Principado, ha propuesto a la cofradía "Santa María de Sábada" y también en otra comunidad autónoma costera. Los promotores prefieren que la instalación y el beneficio, tanto social como económico, se queden en la región, aunque lo han ofrecido fuera después de que el sector pesquero de Valdés llegara incluso a manifestarse para que no se ejecutara allí.

También la Federación Asturiana de Cofradías se pronunció en contra y los promotores del proyecto han acudido a Lastres porque es la única que no está incluida en ese ente. De momento, la oferta está hecha y tendrá que ser valorada por los pescadores locales, aunque el mayor deseo de los promotores es que se conozca y se valore el proyecto real. "Es un plan a cinco años y lo primero sería hacer una planta piloto con once tubos de 250 metros. Si resulta positivo, la idea sería ir aumentando las instalaciones hasta ocupar toda la superficie solicitada, de 63 hectáreas", describe Álvarez.

Habida cuenta de que "cada año se importan más de cien toneladas de mejillones de Chile" y que la producción gallega no vive sus mejores horas, pues padece problemas como la "sobreexplotación" y las "mareas rojas", además de que los moluscos cada vez tienen "menor tamaño", un producto criado en el Cantábrico asturiano tendría, según Álvarez, todas las garantías de triunfar en el mercado. El proyecto de la sociedad "Mejillones del Cantábrico Mar Abierto" consiste en colocar en la mar los citados tubos flotando para que las cuerdas con los mejillones cuelguen. Los promotores destacan que "no hace falta alimentarlos", un aspecto que aumenta el rendimiento empresarial. Los moluscos se alimentan del microplancton y "no perjudican" a la pesca de ningún modo, insiste Álvarez. "No pretendemos llenar la mar de mejillones", aclaró Álvarez antes de desear que la región pueda situarse entre las productoras de este molusco y generar una riqueza similar a la que aporta en las rías gallegas. Este sistema presenta ventajas frente a las bateas, cuyo problema son las batidas de mar -los tubos, creen, resistirán mejor estos embates- y producirán un mejillón de mayor calidad que el que crece en las rías, adonde a menudo van a parar desagües y otras contaminaciones, como sucede con el marisco en la ría de Villaviciosa.

Álvarez incide en que el proyecto ha superado todas las evaluaciones medioambientales y añade que no incluye "nada contaminante: el plástico no degrada y los muertos que sujetan los tubos son bloques de hormigón, como hay tantos en la mar", añade el empresario.

Álvarez hace hincapié en que, si el producto se logra, como creen firmemente que sucederá, tendrá gran acogida en el mercado, donde hay una "demanda importantísima". Pese a que rechaza hablar de cifras concretas, calcula que se podría crear una treintena de puestos de trabajo en el lugar donde se instalen. Sea la cantidad que fuere, el promotor considera que "no están las cosas en Asturias para echar atrás absolutamente nada", máxime teniendo en cuenta que hay conserveras gallegas que hoy tienen cien trabajadores y que empezaron su actividad "hace cincuenta años, cuando cerraron las asturianas".

Lastres fue, con ocho fábricas, una de esas potencias conserveras y podría recuperar parte de este sector, pues si la idea inicial es vender el mejillón fresco, si las cosas van bien, en el cuarto o quinto año se pasaría a la "fase de enlatado", ampliando la mejillonera y cociendo el producto.