Una misa participativa en la que los feligreses no se limiten a sentarse en el banco a "oír" la ceremonia, sino que tomen parte activa en ella y contribuyan a que la cristiana sea una comunidad activa por sí misma, con independencia de si el cura está disponible o no. Este es el planteamiento que el sacerdote Roberto Peña Cueli, de La Isla (Colunga) plantea en su último libro, "¿Oyendo misa todavía?", el undécimo de una colección pensada como "complemento de esa formación permanente" que, asegura, todos los cristianos necesitan.

"Antes se rezaba en latín y de espaldas al pueblo, que estaba esperando a que se acabara la misa, pero a partir del Concilio Vaticano II se pasó del concepto de oír misa a participar en la misa", expone Peña Cueli. Hoy en día las iglesias ya no se llenan y desde la posición del cura se ven "personas desperdigadas" en los bancos. "Si estamos compartiendo una cena, es un poco raro", reflexiona el religioso antes de apuntar algunos epígrafes del libro, como qué es la misa, qué aporta cada uno y qué se lleva de ella, el sentido de la misa funeral (a raíz de expresiones tan escuchadas como "esta misa es mía", por alguien que ha pagado para dedicarla a un fallecido).

El camino que abrió el Concilio Vaticano II en 1962 fue reforzado treinta años después cuando, siendo papa Juan Pablo II, se publicó el Catecismo de la Iglesia Católica, que "pide a los fieles que participen plena, consciente y activamente", rememora el cura de La Isla, antes de afirmar: "cuanta más participación, mejor". Y conocimiento, "saber a qué vamos a la iglesia", algo que no todo el mundo sabría responder a la puerta de un templo. "Fundamentalmente vamos a celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo,", desvela el autor del libro, antes de enumerar los momentos de la misa en que "encaja muy bien que los presentes tomen parte. Las lecturas, que ya se hace en casi todas las parroquias, aunque todavía hay alguna en la que cuesta; la procesión de las ofrendas, con la que se lleva el pan y el vino al altar y los cantos", que en comunidades "vivas y organizadas hay grupos que se encargan de organizarlos". Jesuita antes que sacerdote, Peña Cueli estuvo veinte años en Brasil, donde regresó hace algunos años y vio cómo "un grupo de jóvenes estaba a las seis y media de la mañana ensayando para cantar en la misa de las siete y luego se iban a trabajar. Eso aquí es impensable".

Sí ve más factible, y muy deseable, que en todas las parroquias haya personas con la formación adecuada para realizar la "celebración de la palabra", una ceremonia prácticamente igual que la misa pero sin la consagración del pan y el vino, algo que sólo puede hacer el cura y que, en estos casos, ya está hecho. Esto, que en lugares como Gijón ya es una realidad, podría extenderse para mantener "vivas" iglesias a las que el cura no puede acudir en largos periodos de tiempo, como sucede en tantos templos de la zona rural, la mayoritaria en la comarca del Oriente. La colección a la que pertenece este libro y el que Peña Cueli prepara publicar tras el verano nació de la colaboración entre el sacerdote colungués y María del Mar Garrido Bayos, una vecina de Salas fallecida hace dos años, muy interesada en el estudio de la Biblia e implicada en los asuntos sociales.