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De Lastres a Lesbos para salvar vidas

El socorrista Sergio Covelo pasó veinte días en la isla griega vigilando la arribada de botes y ayudando en los campos de refugiados

Sergio Covelo en el cementerio de chalecos del norte de Lesbos. REPRODUCCIÓN DE P. M.

"En otro mundo, como en la Luna". Así describe el lastrín Sergio Covelo la expresión de los refugiados que llegaron en un bote a la isla griega de Lesbos a través de Katia, el punto en el que él trabajó como voluntario. Este es uno de los recuerdos que con más fuerza se han grabado en la memoria de este joven, que de regreso trabaja como coordinador de salvamento de las playas de Caravia.

Ayer ofreció una charla en el centro de interpretación del Sueve en la que relató la experiencia vivida entre el 14 de mayo y el d 2 de junio de este año, periodo en el que viajó con la organización "Human Rescue Asturias" como parte de la tercera pareja de efectivos de emergencias que enviaba tras su creación en enero. Covelo se encontró con sirios, afganos, iraquíes, paquistaníes e incluso centroafricanos, todas personas que huían de algún conflicto y trataban de llegar a la costa griega. Pero el destino allí no era mucho mejor, pues "una vez que se evaluaban las necesidades más urgentes, se les cambiaba la ropa y se miraba quién estaba enfermo, a la hora aparecía un autobús de la policía y los subía como si fueran ganado", relata Covelo antes de añadir que "sólo por llegar de manera ilegal, pasaban 25 días detenidos en los campos, aunque podían ser hasta dos meses sin poder salir".

La realidad de los campos de refugiados iba por barrios, pues él trabajó en Pikpa, donde a pesar de estar niños con necesidades especiales, amputados y personas muy enfermas, el ambiente era bien distinto al de Moria, que Covelo compara con Auschwitz, pues era "un auténtico centro de detención". La rutina allí comenzaba a medianoche, cuando vigilaban la costa durante cinco o seis horas. "Dormíamos tres o cuatro y nos dedicábamos a hacer trámites burocráticos para que nos reconocieran en el país, a buscar convenios con otras organizaciones y prácticas de rescates", enumera. En el tiempo que estuvo en Lesbos le tocó, después de mes y medio sin ninguno, la llegada de dos botes, uno con 56 personas (a las que no pudieron ayudar, pues los interceptaron los guardacostas griegos) y otro con 50. Covelo no se lo pasó bien, pero lo que hizo en Lesbos le llenó. Allí construyó muebles para los campos, columpios de madera y organizó partidillos de fútbol para que el tiempo pasara de otra forma. También sintió mucha frustración, la de no poder trabajar en determinados sitios o no poder hacer nada por el sufrimiento que veía.

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