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Personajes de Cangas de Onís

La palista olímpica vetada por ser mujer

Ana Rodríguez "la piragüista" abandonó una brillante carrera deportiva, decepcionada cuando le impidieron competir en Moscú 1980

Ana Rodríguez Fernández, el pasado sábado, disfrutando un año más de la Fiesta de las Piraguas de Asturias, en Arriondas. J. M. C.

Nació en Trubia (Oviedo), accidentalmente, ya que al poco tiempo se trasladó junto a sus padres y sus hermanas -su gemela Chus y María José, ésta la benjamina- a vivir a El Pontigu, en Vega Pervís, en término municipal de Amieva, pues a esa zona del suroriente asturiano fue trasladado el patriarca de la familia, conocido popularmente como "Tino, el Guardamontes", quien durante mucho tiempo ejerció de guarda forestal por los concejos de Ponga y de Amieva. Tras una década por aquellos lares se mudaron a la ciudad de Cangas de Onís, a un edificio de la carretera Cañu.

Ana Rodríguez Fernández, 55 años, dejó una prometedora carrera deportiva, en la disciplina del piragüismo, hastiada de los ninguneos a los que fue sometida a finales de la década de los 70 del siglo pasado. Era, en aquella época, con 19 años de edad, una de las mejores palistas españolas y apuntaba a medalla en los Juegos Olímpicos de Moscú 1980, dado que tenía la marca mínima para participar, de pleno derecho -ganada en el agua y no en un despacho-, en la gran cita olímpica moscovita. Sin embargo, en un plis-plas todo se iría al garete.

Meses previos a la Olimpiada de Moscú, centrada en plena preparación, la Federación Española de Piragüismo le comunicó que no llevarían mujeres a los Juegos. Se habló de falta de presupuesto. Sea como fuere Ana "la piragüista", como la conocen en Cangas de Onís, recibió el mayor palo deportivo de su trayectoria deportiva.

Uno de sus grandes sueños se evaporó, después de mucho sudor y tesón. Acabó dejándolo todo y olvidándose definitivamente de la pala y la piragua. Había que empezar una nueva vida alejada del deporte.

Atrás quedaron sus estudios en la Escuela Pública de Vega Pervís, en la que tuvo como maestra a "Fifi, la de Contranquil".

Posteriormente, con 10 años de edad, ya en Cangas de Onís, continuó su formación en el Instituto Rey Pelayo. Finalizado el COU, fue el momento en el que apostó por volcarse de lleno en el mundo del piragüismo, pues en 1977 le llegó, merced a sus buenos resultados deportivos, la citación de la Federación Española para formar parte de la selección nacional española en régimen de concentración permanente. Ese mismo año había quedado tercera en el Descenso Internacional del Sella y también campeona de España de travesías.

Sus inicios piragüísticos se remontan a la segunda mitad de los 70, en el Sirio, con "Tinón, el de La Imprenta" de entrenador, en aguas del río Sella a su paso por La Llongar. Ana, junto a Nieves González y Patricia González fueron las canguesas pioneras en el arte de palear. En 1978 ganó, en K-1, el Descenso Internacional del Sella, además de varios campeonatos de España, lo que le valdría para que fuese distinguida con la medalla al Mérito en el Deporte, otorgada por el Consejo Superior de Deportes, a través de la Delegación Provincial, en un acto celebrado en Oviedo. Todo iba sobre ruedas, palada a palada.

Un periodo en el que se codeó con la "creme" de ese deporte, al coincidir con los años gloriosos del cuarteto compuesto por Herminio Menéndez, Chema Celorrio, Díaz-Flor y Misioné, medalla de plata en la Olimpiada de Montreal-1976, hace justamente cuatro décadas. No obstante, sería en 1979 cuando Ana haría historia para el piragüismo femenino de éste país al conquistar en los Juegos Mediterráneos de Split la presea de bronce, en distancia olímpica (K-1 500 metros), además de diploma en K-4, junto a Luisa Álvarez, Llanitos y Mari Mar. Fue la primera medalla que cosechó una palista española en una cita internacional.

Eduardo Herrero, entonces director técnico de la Federación Española, tenía una gran confianza en las posibilidades de Ana, pero todo, tras aquel exitoso lustro (1975/1980), acabaría truncándose. Y no por cuestiones deportivas, sino por asuntos presupuestarios. Después de la decepción de no acudir a la Olimpiada de Moscú, decide retomar los libros y labrarse un futuro lejos del deporte que más ama: la piragua. Estudió Técnico de Auxiliar de Enfermería (TAE), por libre, y su primer empleo la llevó al Centro de Salud de Carreña, en Cabrales, desempeñando tareas de administrativa.

Su afán inquieto también la llevó a realizar cursos de animación sociocultural. Eso sí, hubo un par de veranos en los que prestó servicios en la Confitería Covadonga, en Cangas de Onís, como repartidora de tartas y pasteles a los establecimientos hosteleros de la urbe y alrededores. Ya en 1998 recibió una llamada del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) para trabajar como celadora. Ahí lleva dieciséis años.

Canguesa hasta los tuétanos, Ana Rodríguez no esconde su amor por todo lo que rodea a la vieja capital del Reino de Asturias. Y, además, "sellera" indescriptible, ya que disfruta al máximo, ahora desde fuera del agua, de la más internacional de nuestras fiestas: les Piragües. Retirada desde hace varios lustros, muchos siguen recordándola como una gran deportista, de ahí los homenajes que le tributaron recientemente, justos y muy merecidos. Incluso el que organizaron los Amigos de Dionisio de la Huerta a todas las mujeres de se proclamaron vencedoras del Sella. Y es que más vale tarde que nunca.

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