"El mejor punto de partida para leer el Quijote es saber que no existen explicaciones absolutas", señaló ayer Emilio Martínez Mata, de la Universidad de Oviedo, durante un acto que se desarrolló en la Casa de Cultura de Llanes, titulado "Conversaciones cervantinas. La lectura del Quijote en nuestros días", en el que participó junto con el escritor Javier Almuzara y que fue presentado por Alfonso Toribio, presidente de Tribuna Ciudadana, colectivo que organizó del evento.

Martínez Mata destacó la enorme influencia que el Quijote ha tenido en las principales obras de la literatura universal. De hecho, destacó que el Quijote se encuentra "en el origen de la novela moderna" y su "huella" resulta "fundamental", según subrayó, para autores como Stendhal, Flaubert, Clarín o Galdós, entre otros.

El profesor universitario indicó que el Quijote es "el primer ejemplo de la lucha del yo con el mundo ajeno y hostil" y aborda "conflicto entre ilusión y realidad", la "complejidad del alma humana", el "desajuste entre la literatura y la realidad". Añadió que la ironía que gobierna el diálogo del autor con el lector en la novela supone una "autonomía revolucionaria".

Javier Almuzara, por su lado, subrayó que el Quijote no se agotará "nunca", porque cada lector le da al texto su particular interpretación. Salpicó su intervención con lecturas de los que definió como "autores cervantinos y paracervantinos", entre los que calificó a Jorge Luis Borges como el más importante de todos. Del autor argentino leyó poemas como "Sueña Alonso Quijano" o "Un soldado de Urbina". Destacó la paradoja que supone que Don Quijote salió de la biblioteca "para vivir", mientras que Borges se sumergió en ella "para vivir a través de la literatura".

Almuzara subrayó que Cervantes siempre soñó con ser un gran poeta, "porque consideraba que la poesía era el timbre de gloria de quien adora las palabras", y vivió, e incluso murió, "confundido con su destino y su talento". Y no solo "fracasó como poeta", sino que fue "incapaz de valorar su obra narrativa", convencido de que el "Persiles" era su obra cumbre. También leyó varios microrrelatos incluidos en la recopilación "Microquijotes", con interpretaciones modernas del clásico.