"La Virgen María es un icono de perdón que nos libera del rencor". Lo dice el párroco de Villamayor, Luis Marino Fernández Solís, que ayer dirigió ayer la novena del santuario de la Cueva, en Piloña. El sacerdote, que habló de la "redención de cautivos", tuvo palabras de agradecimiento para los fieles que durante los últimos años colaboraron para sacar adelante el culto en el templo, que se vio afectado por un desprendimiento en el año 2000.

El derrumbe obligó a poner en marcha un costoso proyecto de restauración que aún hoy perdura. Por ese motivo, varios voluntarios del concejo decidieron impulsar una colecta para recaudar fondos coincidiendo con la celebración de la Novena. Entre ellos las devotas Mari Iglesias, Raquel Sánchez o María García que estos días venden dulces donados por los vecinos y lotería. En el puesto también cuentan con ejemplares del libro "El santuario de la Virgen de la Cueva. Historia y leyenda", recientemente editado por la parroquia de San Antonio de Infiesto bajo la supervisión del párroco Manuel García Velasco y el profesor Gustavo Longo Díaz. En total, el cura estima que quedan pendientes de pago más 30.000 euros correspondientes a las últimas obras de renovación del santuario de la Cueva que incluyeron, entre otras cosas, el arreglo del suelo hace un par de años. La construcción de una capilla y un muro o la mejora en la instalación del alumbrado y la megafonía fueron otros de los trabajos acometidos, que volvió a abrir sus puertas al público en abril de 2009.

Por otro lado, el tercer día del novenario a la Santina, en Covadonga, congregó en la tarde de ayer a unas 1.500 personas, en representación de medio millar de parroquias asturianas, entre ellas varias de la comarca del Oriente, como las peñamelleranas de San Pedro de Alles, Santa María de Ruenes, San Vicente Abad de Panes o San Vicente de Trescares. El delegado episcopal de Cáritas y Acción Social, Jesús Rodríguez de la Vega, predicó la eucaristía en la basílica, presidida por el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, acompañado del abad del santuario, Juan José Tuñón, y una veintena de sacerdotes. Un reportero de la televisión pública de Noruega grabó los actos y entrevistó a varios devotos de la parroquia de Santo Toribio de Cocañín y la Huería, de San Martín del Rey Aurelio.