Unos guardianes de élite llegados desde lugares tan remotos como Nueva York. Eso son lo 17 voluntarios que durante la Novena de Covadonga se encargan de proteger a la Santina y de acoger a los centenares de visitantes que se acercan hasta la Santa Cueva. Los centinelas de la Santina se sienten "privilegiados" por poder participar en un evento "tan emocionante" y viven cada minuto con intensidad. Es el caso del colombiano Yesid Montoya, seminarista del Redemptoris Mater de Oviedo que llegó por primera vez a España hace tres meses y se quedó "asombrado por la gran cantidad de fieles que a diario visitan el Real Sitio". "Los padres ya traen desde chiquitos a sus hijos y el amor por la Santina pasa así de generación en generación y hay gente que sube las escaleras de rodillas por una promesa", celebró el joven de 18 años.

En la misma línea se expresó su compañero, también colombiano Luis Guillermo Holguín, que lleva un mes como voluntario en Covadonga. "La cantidad de gente que se puede concentrar aquí a las cinco es impresionante, la cola llega fuera del túnel de la Cueva", contó Holguín, que confía que el Papa Francisco visite el enclave en 2018 con motivo de efemérides como el centenario de la coronación canónica de la Santina.

Para el peruano Geoffrey Bravo también era la primera vez en Covadonga, donde permanecerá hasta el jueves, día en que el culto y la devoción por la Virgen alcanzan su apoteosis. "Sorprende la gran devoción que muestra la gente e incluso vienen muchos asiáticos a mostrar su respeto a la Santina y se emocionan", cuenta el joven. Su opinión la compartía el neoyorquino José Alberto Genao, que dejó atrás Broadway, Central Park y Wall Street para completar su itinerario de formación cristiana a los pies de la Virgen de Covadonga. "Creo que la gente viene porque aquí encuentra consuelo y seguridad", dijo.

Cuidar que se mantenga el orden y el silencio en los espacios de oración como la basílica y la Cueva, que no se formen aglomeraciones o clasificar los ramos florales son algunas de las tareas del prejubilado José Manuel Velázquez. Este vecino de Salas lleva 12 años participando en el grupo de acogida y no se cansa. "Es gratificante ayudar a la gente que viene buscando consuelo y resolver sus dudas", apuntó. "Cada cinco minutos pueden llegar a pasar unas 120 personas por la Cueva Vienen muchos franceses y portugueses", afirmó el voluntario que vive con especial intensidad la procesión de la Santina de vuelta desde el claustro hasta la basílica al anochecer.