Llegan a Covadonga queriendo ser futbolistas como Messi y se van intentando parecerse a compositores de la talla de Johann Sebastian Bach. Las treinta y cinco voces blancas de la Escolanía reciben durante todo el año una esmerada formación musical que mañana vive su punto álgido con la actuación en la gran misa en honor a la Santina.

Los jóvenes, de entre 7 y 18 años, intensifican estos días los ensayos para que todo salga perfecto el jueves, fecha en que interpretarán dos nuevos temas: "Kyrie" y "Gloria" del avilesino Pedro Braña.

La jornada comienza a las nueve y media de la mañana con el desayuno al que sigue una clase de canto de casi una hora. En el descanso, de media hora, algunos optan por salir afuera a jugar al balón y otros por escuchar música. Al contrario que en la misa, en sus dispositivos electrónicos no suenan las "Invocaciones de Nuestra Señora" de Emiliano de la Huerga -un tríptico basado en melodías tradicionales asturianas-, pero sí el hip-hop y hasta alguna canción reguetonera de Romeo Santos. Los ensayos duran hasta la hora de comer, momento en que son ellos los encargados de dar una lección: de humanidad.

Y es que los más veteranos tranquilizan y aconsejan a los debutantes de primer año, según explica su cuidadora Romilda Lopes, de las carmelitas mensajeras del espíritu santo de Brasil. Después llega la siesta que, como todo lo demás, en Covadonga es sagrada. Un último ensayo antes de cantar la Novena a las seis de la tarde completan una jornada que está siendo especialmente emotiva para jóvenes como Daniel Menéndez, que a sus 18 años celebra su último año como escolano. "Llegué aquí con seis años y me da pena irme aunque nunca me desvincularé del todo y siempre que me necesiten y pueda vendré a echar una mano", dijo este vecino de Pola de Laviana que comenzará los estudios superiores de violín en el conservatorio de Oviedo. Los debutantes Brian Pisaquintas y Adrián Abelenda reconocen tener "nervios" porque "todos los ojos están puestos en ti" pero en cuanto reciben el apoyo del director, Jorge de la Vega y del organista Fernando Álvarez, se les pasan. "Supone el culmen del trabajo realizado durante todo el año. Los veo bien y relajados", contó. "Cuando llegan quieren ser futbolistas pero al marcharse ocho de cada diez escolanos continúan su formación musical y se convierten en buenos compositores y concertistas".