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Personajes de Cangas de Onís

José Luis González, trabajador infatigable

Natural de Isongu, fue peón de ganadero, maderero, albañil, barrendero, conductor y palista, y, ya jubilado, maya manzana para consumo familiar

Jose Luis González Tres, delante del busto en memoria de Vázquez de Mella, en Cangas de Onís. J. M. CARBAJAL

"El peor día de mi vida profesional fue el 12 de enero de 2015, cuando cogí la baja, pues nunca antes, en los casi 40 años cotizados -solo le restaban tres meses para completarlos-, tuve que estar de baja laboral". Así resume José Luis González Tres, natural de Isongu (Cangas de Onís), las casi cuatro décadas de servicios prestados, de los que 36 años seguidos fueron como empleado del Ayuntamiento de Cangas de Onís, toda vez que un problema en una rodilla, agravado con otras complicaciones por la demora en la intervención quirúrgica a la que debía ser sometido desembocó en su jubilación anticipada.

Cuenta 61 años de edad y sigue residiendo en el núcleo rural de Isongu, en la parroquia de Abamia-Corao, a 6 kilómetros de distancia de Cangas de Onís. Hijo único del matrimonio formado por Joaquín González de la Vega, oriundo de Demué (Onís), y Sara Tres González, esta de Isongu, ambos ya fallecidos, José Luis cursó estudios de Primaria en las Escuelas Públicas de Sotu Cangues, a cuatro kilómetros de su lugar de residencia, a la que acudía caminando, lloviera, nevara o hiciera sol. "Sí llovía, con un saco en la cabeza para taparnos. Apenas había paraguas, eran un lujo", recuerda. Su maestro fue Pedro Zurita Gutiérrez, desde los 6 años hasta los 14.

Desde chaval ayudó en las cotidianas labores del campo a sus padres, en Isongu. Su primer curro profesional se le presentó con 18 años,: "descañar" pinos en la Cuesta de Perlleces, "a jachu, nada de motosierra", apunta, a razón de 25 pesetas cada árbol. Apenas un mes desarrolló esa labor, ya que consiguió otro trabajo, ésta vez en el boyante gremio de la construcción, de peón de albañil, en la ejecución de las obras del cuartel de la Guardia Civil, en el barrio de El Lleráu, en Cangas de Onís. "Ganaba 45 pesetas a la hora", explica. La empresa era gijonesa y en ella estuvo alrededor de un año. La llamada para cumplir el obligatorio servicio militar supuso un importante lapsus laboral. Primero, la instrucción en Alcalá de Henares y después destinado al cuartel de intendencia de Ávila. Catorce meses de "mili" y regresó, nuevamente, a Isongu. Tiempo aquel en el que vuelve a dedicarse a las habituales tareas agrícolas y ganaderas, hasta que el 18 de octubre de 1980, estando Luis Miguel Ortiz Cortés como alcalde (UCD), le surge la ocasión de empezar a trabajar para el Ayuntamiento, en calidad de barrendero. "La misión que teníamos no la quería nadie. Había gente apuntada que se borró", asevera José Luis González. "¡Lo que cambiaron los tiempos!", añade.

Al poco de entrar a desempeñar su nuevo cometido, en compañía de Virgilio, Leandro, Barrera, y otros compañeros de fatigas, a José Luis empezaron a motejarse, cariñosamente, como "Fraga", pese a que nada tenía que ver con el político conservador. Y es que todo vino a causa de una broma de "Ito, el Pelao" -Antonio Cofiño, quien regentaba una carnicería en el parque municipal-, dado que un anterior empleado municipal atendía al nombre de "Carrillo", en referencia al líder del Partido Comunista. "Como el que estuvo antes lo llamaban Carrillo a mí me pusieron Fraga", dice con una sonrisa.

Su primer sueldo como barrendero ascendía a 20.000 pesetas -casi la mitad de lo que ganaba un peón en la construcción-. El 12 de enero de 1984 sacó el carné de conducir de primera y merced a ello pudo hacerse cargo del camión de la recogida de basuras, turnándose con otro chofer, Angelín Labra, el de Llerices, ya que el titular, Luis Mosquera, "El Gallegu", estaba a punto de jubilarse. A mediados de la década de los 90, ingresó en el servicio de Obras del Ayuntamiento, formando parte de la cuadrilla de mantenimiento, con el citado Angelín y el maestro Oliver, interviniendo en la ejecución de las aceras de las avenidas de Covadonga y Castilla tras las obras de distribución de la red de agua.

Un poco más adelante, a raíz de la puesta en marcha de los diversos servicios de la mancomunidad "chica", José Luis o "Fraga", como le llamaban sus compañeros de tajo, pasó a conocerse como "José, el de la Pala", al ser el responsable del manejo de la máquina retroexcavadora mixta. "Cuando nevaba me tocaba abrir las carreteras por los pueblos incomunicados. En Gamonéu costaba mucho abrirla, ya que la máquina no podía con la cantidad de nieve acumulada en la calzada", matiza. Se siente muy orgulloso del equipo humano que formaban en el Ayuntamiento. "Quiero agradecer el trato dispensado por los compañeros durante toda mi vida laboral. Unos están y otros, desgraciadamente, ya no están entre nosotros. Todos grandes personas", dice emocionado.

Casado desde hace tres décadas con María Ángeles Cuesta Miyares, de Llerices, a la que conoció en el restaurante Hospedería de El Peregrino, en Covadonga, donde trabajaba de ayudante de cocina, tienen tres hijos -Tamara, de 29 años; y los mellizos Pablo y Paula, de 23-, así como un nieto -Iker, de tres años-. El enlace matrimonial fue en la santa cueva de Covadonga, oficiado por don Julio, otrora párroco de la Riera. "De lo mejor que había por aquí, para mí por lo menos", asevera José Luis del sacerdote que les unió a los pies de la Santina.

Pese a que anda un poco renqueante le encanta "caminar algo" por la zona de los Lagos. Un paraje que le trae gratos recuerdos de su juventud, ya que en más de una oportunidad tomó parte en la Subida a la Porra de Enol, en la Fiesta del Pastor. Su mejor puesto fue un segundo lugar, sólo batido por "Toño, el de Cirilo", quien regenta la quesería Vega de Ario, en Benia de Onís, en la que fue su tercera participación en la prueba pastoril. Ahora, jubilado, también le encanta mayar manzana para elaborar sidra casera -en torno a 400 litros- para consumo familiar. "Para vender, nada de nada", sentencia.

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