La Feria de Todos los Santos generó ayer en la localidad amievense de Santillán a mucho ruido (hubo centenares de asistentes), pero concentró a pocas reses: apenas 80 cabezas, contando los terneros. Al final de la mañana cambiaron de manos la mitad de los animales.

Los ganaderos aseguran que el descenso de reses se debe a la costumbre cada vez más extendida de vender en casa los animales en los días previos. El motivo: se ahorran los costes del transporte y es "más cómodo", según explicaron profesionales del sector como Manuel Fernández, de la ganadería Vega Sebarga. "Si vienes y no vendes tienes que sacar la guía para llevarla para casa y pagar al camión igual", contó. "Además hay que tener carta de saneamiento de menos de 30 días sacada y en Amieva no empieza la campaña hasta este mes", dijo. Fernández, que acudió a la feria con tres vacas paridas, dos xatos pasteros y cinco xatas de asturiana de los valles, cerró uno de los mejores tratos al vender un ejemplar adulto a 2.000 euros. La mayoría de los animales concentrados en Santillán eran de la raza asturiana de los valles y cotizaron a una media de 1.000 euros los adultos y 540 euros los terneros. Asistentes como José Miguel González lamentaron que "hubiera muchos compradores pero poca demanda de terneros".

Su opinión no la compartía Teo González, ganadero de Sebarga, que lamentó que los compradores "son los siete contados de siempre y ni siquiera ofrecen dinero por las vacas, que valen mucho menos que hace unos años", dijo. González bajó a la feria cuatro vacas de la raza parda de la montaña y siete terneros. "Por un xatu de ratina no te pagan más de quinientos euros y por una madre mil", aseguró.

El tratante José Antonio García, "Toño el de Mestas", no llevó ganado a la feria. Compró tres reses. "En la última década la feria bajó un 60 por ciento porque la gente vende en casa y la situación económica del campo es difícil. Vale lo mismo una vaca ahora que hace 25 años pero el nivel de vida sube", contó. "Las nuevas incorporaciones son un caramelo envenenado porque sin subvenciones los jóvenes ganaderos pronto se ahogan", lamentó. García, que es además el regidos de pastos de la montaña de Covadonga, denunció los continuos ataques del lobo. "A mí me acabaron con treinta cabezas entre el puerto y Castilla desde que empezó el verano hasta ahora. El lobo es ya un problema nacional que nos afecta a todos", afirmó.

La cita amievense siempre fue una de las más concurridas al ser una de las últimas oportunidades de los ganaderos para vender animales y evitar el tener que cebarlos con pienso en invierno.