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Personajes de Cangas de Onís

De pastor en California a barman del Bella Vista

Fernando Vega San Martín residió 18 años en Estados Unidos, pero fue incapaz de aprender inglés y regresó a España

Fernando Vega San Martín. J. M. CARBAJAL

Fernando Vega San Martín, 66 años de edad, natural de Vallubil (San Juan de Parres), se encarga del bar del Hogar del Pensionista Bella Vista, de Cangas de Onís, ciudad en la que reside desde hace tres lustros. Se hizo cargo del mismo en el ejercicio 2007, siendo presidenta Adela Herrero. Allí atiende a los socios de la entidad -con alrededor del millar de afiliados- que se acercan regularmente a charlar, jugar la partida o bailar cuando la ocasión lo requiere. Eso sí, los lunes son sagrados: hay descanso.

Segundo de tres hermanos, Fernando Vega estudió la Primaria en las Escuelas Públicas de Lláu-Vallubil, en Parres, aunque trató de compatibilizarlo -junto a sus hermanos Ángel y Fidel- de la mejor manera posible ayudando en las tareas agrícolas y ganaderas a sus padres: Manuel Vega Cueto, oriundo de Vallubil, y Eduviges San Martín San Martin, de La Roza de Parres. El primer tajo se le presentó con apenas 17 años: la ejecución de la traída de agua de Castillanes a Lláu, Vallubil, Bada y San Martín.

Después de aquel primer curro para una empresa allerense, de Moreda, a Fernando Vega le propuso un tío materno, Víctor San Martín, irse a Gijón para trabajar en una distribuidora de suministros de hostelería. Empezó de mozo de almacén, desarrollando labores consistentes en la colocación y reposición de estanterías, así como embalar los pedidos de los numerosos clientes. Incluso le dio tiempo para sacarse el carné de conducir en la Villa de Jovellanos. Aguantó cuatro años, hasta que recibió la llamada del Ejército para incorporarse a filas: primeramente, la instrucción en El Ferral (León); y tras la jura de bandera, destinado al Regimiento San Quintín, en Valladolid.

Licenciado de "la mili" regresó a Vallubil. Pero, era demasiado inquieto y el campo no le atraía. Así que encontró acomodo como repartir de pan por la comarca, al ser contratado por la Panificadora El Sella, con sede en Arriondas, la cual tenía otro horno de cocción en el barrio de La Morra, en Cangas de Onís, bajo la denominación comercial Panificadora San Antonio. En un primer momento le encomendaron la ruta de Cangas a Covadonga; y, posteriormente, la que unía Arriondas con Vibañu (Llanes) para concluir en Tielve (Cabrales). Empezaba la jornada laboral a las 4.30 de la madrugada y la finalizaba sobre las 14.00 horas.

A principios de diciembre de 1973, tras catorce meses de repartidor de pan, decide dar un cambio radical a su vida y se marcha a los Estados Unidos. Había conseguido un contrato de tres años para trabajar para un ranchero de Bakersfield (California) cuidando ovejas. Eran unas 2.000 cabezas de ganado -destinado a carne- las que conformaban regularmente el rebaño y su mayor enemigo era el coyote. Para defender al rebaño Fernando Vega disponía del reglamentario rifle, caballo para desenvolverse por aquellos lares y un par de perros.

Corría el año 1979, seis después de su aterrizase en tierras californianas, cuando un primo carnal de su padre le brinda la posibilidad de cambiar de destino, en este caso en el Caribe. No se lo pensó mucho, ya que hizo la maleta y se dirigió a Santo Domingo, paradisíaco lugar en el que su pariente regentaba una carnicería-charcutería. El primer ciclón que asoló la isla acabó por desanimar a Fernando, tal fue el pánico que cogió. Tres meses duró su breve estancia en la República Dominicana, pues, en octubre del mismo ejercicio retornó a Bakersfield para seguir cuidando ovejas. Y así hasta 1982.

A partir de ese momento le surgieron otros empleos, nada que ver con el pastoreo, hasta que en el año 1991 se decantó por volver a la Madre Patria. Una de las cosas más anecdóticas de la estancia de Fernando en tierras norteamericanas es que fue incapaz de aprender el idioma. Apenas consiguió "chapurrear" algo de inglés pese a los dieciocho años vividos en el Estado de California. Ya en Asturias, probó en otro sector, en el gremio de las sidrerías, ya que trabajó durante algunos meses en la que tenía su hermano Fidel en la antigua Calzada de Ponga o barrio de El Zanjón, en la ciudad canguesa. "Allí fue donde aprendí a escanciar", recuerda.

Un poco más adelante, en 1992, nuevo giro profesional que le lleva a dedicarse a la plantación de pinos por numerosos puntos del Principado de Asturias, contratado por la empresa Tragsa. Estuvo un lustro dedicado a esos menesteres forestales. A ese tajo le siguió otro, pero de temporada, como conserje de noche en un establecimiento hotelero localizado en Vega los Caseros (Parres); y después otro más en la sidrería San Pelayo, también en Cangas de Onís. Allá por el año 2007 fue cuando se animó a presentarse a la concesión del bar del Hogar del Pensionista Bella Vista, en el edificio Camila Beceña, en pleno centro urbano. Y logró que se lo adjudicaran y ahí continúa al frente del mismo.

Forofo del Real Madrid, a Fernando Vega le motejó un íntimo amigo suyo ("Turbo") como "Prosinecki" en recuerdo del jugador croata que fichó en 1991 por el conjunto merengue y que también militó en el Real Oviedo, entre otros clubes. Salvo alguna que otra pachanga futbolera entre equipos de pueblo, Fernando no llegó a jugar como federado en ningún conjunto. Pero, lo que le encanta es discutir del "deporte rey" por excelencia en este país llamado España y defender a los clubes de sus amores: Real Madrid y Real Oviedo, por ese orden, pues durante varias temporadas fue asiduo al viejo Carlos Tartiere.

Una de las aficiones de Fernando Vega son las cartas, sobremanera jugar la partida de tute todos los días en el Hogar del Pensionista Bella Vista, de Cangas de Onís, teniendo de compañero de mesa a Roberto, "el Ponguetu". Salvo causa de fuerza mayor no fallan. Años atrás también fue colaborador en la organización de los festejos de San Diego, en Vallubil, evento que se celebra cada 2 de julio en el susodicho núcleo rural parragués, donde tiene lugar la tradicional "Quema del Maizón".

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