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La llanisca Celsa Corrales Frade cumple 102 años

"Reñir es malo para la salud", afirma la abuela de Pría, que celebra su cumpleaños junto a amigos, familiares y su gata "Gina"

Celsa Corrales Frade junto a su gata "Gina", ayer, en Villanueva de Pría (Llanes). EMILIO G. CEA

"Me llevo bien con todo el mundo y no me gusta reñir. Es malo para la salud. La gente que se enfada vive menos". Feliz, con la cabeza a pleno rendimiento, gran sentido del humor, rodeada de amigos, vecinos y familiares y más habladora que nunca. Así celebró ayer Celsa Corrales Frade sus 102 años de edad. "No me puedo quejar. Llevo muy bien lo de cumplir años y me gusta que la gente me venga a ver", aseguró ayer poco después de levantarse.

El teléfono de La Casona, en Villanueva de Pría, echaba ayer literalmente humo. Las felicitaciones se repetían una detrás de otra. Por la tarde Celsa fue agasajada con una merienda.

La abuela de Pría presume de una salud de hierro. Asegura que jamás pasó ni una sola noche en el hospital por un problema de salud. "Que yo recuerde solo estuvo en el hospital unos horas cuando se rompió un brazo hace unos años", señaló su hija Ángeles Villa. "Leo y veo la televisión sin lentes, no como mis hijos, y jamás he estado mala de nada", manifestó mientras sobre su regazo jugueteaba con su gata "Gina". "Duerme a los pies de mi cama y todos los días y me despierta", indicó.

Comer bien y variado (en especial cocido) es uno de los secretos que Celsa Corrales revela para haber superado el siglo de vida a pleno rendimiento. "Como centellas si hace falta, y nada me hace daño nada", aseguró mientras esbozaba una sonrisa.

La abuela de Pría, a lo largo de su fascinante vida, ha construido una gran familia, con cuatro hijos (uno de ellos ya ha fallecido), siete nietos y seis biznietos. Ha sido también una de las pioneras del turismo en el concejo, pues en La Casona de Pría, hoy convertida en hotel rural, ya alquilaba habitaciones para veraneantes desde 1957. Muchos de ellos llamaban ayer a su hija para que le trasladase felicitaciones. "Ha tenido siempre un gran carácter y le gusta hablar con todo el mundo, en especial con la gente que se hospeda en el hotel por el verano. Todo el mundo la quiere mucho", indicó Ángeles Villa. El pasado fin de semana la visitó un antiguo cliente de los años sesenta. Casada con Enrique Villa, encargado de una tejera ya fallecido, la centenaria cocinaba para los obreros. También tenía ganado. "He trabajado mucho pero hoy en día no me puedo quejar pues me encuentro bien", señaló.

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