La proximidad de la Navidad ya no es un aliciente para que la demanda y el precio de corderos y cabritos aumente en la feria de Sellañu, que ayer se cerró con gran éxito de público pero pocas ventas en Ponga. La feria pongueta era tradicionalmente muy visitada por aquellos que querían contar en sus mesas con platos estrella como el cabritu a la sidra por Nochebuena pero degustar carne de reciella (ganado menor) autóctona se ha convertido para muchos en un lujo caro. El motivo: la prohibición de transportar a los animales en turismos particulares y la obligación de sacrificarlos en el matadero encarece el producto, explicaron ganaderos como Ovidio González, que trajo desde Siero 15 cabras frente a las 150 del año pasado y 35 ovejas. "Antes cualquiera podía cargar un cabritu en el maleteru pero ahora requieren transporte especial y mucha burocracia. Si te nace cuesta más inscribir un terneru que un guaje", compara. Su opinión la compartía César Llera, ganadero pongueto de Cazu al que González vendió un par de ovejas. "Las tengo por afición. Las compro para reponer las dos que me mató el lobo en una huerta al pie de casa", dijo. "Los cánidos no son compatibles con la ganadería porque cuantos más haya, menos reciella queda. Y si hay menos cabras aumenta el matorral y por ende los incendios", reflexionó este joven de 28 años.

En total, en la feria de Sellañu participaron -contando las crías- unas 40 reses, casi un centenar de ovejas y unas 150 cabras. Las cabras cotizaron a una media de 70 euros y las ovejas a 50 euros. De ganado caballar sólo se registraron tres cabezas, la cifra más baja de los últimos años, y todas eran propiedad del pongueto Nicanor Boiles. "No hay negocio por el lobo, que me cepilló este verano dos potros en Ventaniella", se quejó. Más optimistas se mostraban los colegiales piloñeses Hugo Martínez, Adrián Arenas, Aitor Díez y Daniel Martínez que ven su futuro ligado al campo "si el llobu nos deja".