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El número de gamos se duplicó en 30 años en el Sueve, que suma ya 648 ejemplares

Ecologistas y ganaderos creen que hay demasiados, los primeros porque frustran el crecimiento de los texos y los segundos por la escasez de pasto

Un gamo en el Sueve en la época de ronca, en la imagen ganadora del premio popular del "Josefina Pis" de este año. RICARDO BASCOY CALZÓN

El censo que la Consejería de Desarrollo Rural y Recursos Naturales hace cada año de los gamos que hay en la sierra del Sueve demuestra que en los últimos treinta años esta población casi se ha duplicado. Según los datos que maneja el departamento regional, en la actualidad habitan en el Sueve 648 gamos, los que contabilizaron sus técnicos este otoño. Suele aprovecharse la época de la ronca, cuando existe mayor concentración de ejemplares, para hacer el recuento anual.

El de la población de gamos es uno de los pocos asuntos en que tanto ecologistas como ganaderos están de acuerdo: creen que es excesiva. Los primeros aseguran que el ramoneo de estos herbívoros frustra las posibilidades de regeneración del bosque de texos, pues comen y pisotean las plántulas de nuevos ejemplares. Los ganaderos, cuestionan la población por la competencia que suponen para el ganado por el pasto.

Con todo, la cifra actual no es la mayor que se ha registrado en la sierra del Sueve. El año en que más gamos se contabilizaron fue en 2003, cuando el censo de la Consejería se cerró con 1.273 ejemplares. Cinco años antes, en 1998, se localiza la segunda cifra más alta de las últimas tres décadas, con 1.227 ejemplares. En este punto la población superaba el triple de la registrada en 1987 y arrojaba un aumento del 70 por ciento desde aquel año. El gamo no es una especie autóctona del Sueve y ni quiera de la región, pero se introdujo en los años sesenta con fines cinegéticos y después de que el intento fracasara en otras zonas de España.

Tan bien se integró el gamo en la sierra que comparten Colunga, Caravia, Piloña y Parres que pasó de los 357 ejemplares en 1987 a casi el doble en ocho años, pues en 1995 había 713. Tres años después alcanzó el pico de 1.227 y sólo bajó del millar en los años 2000 y 2002, para a continuación registrar el máximo de 1.273 en 2003. Al año siguiente, en 2004, se contabilizaron 1.148, una cifra que inauguró un descenso progresivo hasta el 2006, con 500 ejemplares.

La población ha tenido desde entonces un comportamiento muy irregular, de subidas y bajadas, que alcanzó en 2015 la menor cifra de la década (con 434 ejemplares) pero que ha repuntado este año con un aumento de más de doscientos. La sensación entre el colectivo de ganaderos es que el gamo está cada vez más presente, pues es frecuente verlos en las praderías más bajas, pastando entre el ganado. Quienes son aficionados a recoger sus cuernos una vez de deshacen de ellos aseguran, asimismo, que los mejores se recogen en los pastos más bajos.

Por el lado de los ecologistas, expertos en botánica como Ignacio Abella han advertido en numerosas ocasiones sobre el gravísimo daño que están ocasionando estos animales en el bosque de texos, que lleva 50 años sin regenerarse con nuevos ejemplares.

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