José Antonio Alonso Artero (Gijón, 1960) es doctor en Medicina y en Teología y desde noviembre ejerce como arcipreste de Covadonga. El próximo miércoles (19 horas) da en Infiesto el pregón que marca el comienzo de la Semana Santa en Piloña.

- ¿Cómo termina un gijonés pregonando la Semana Santa en Piloña?

-Me lo propuso el párroco local, Manuel García, con el que tengo amistad. Estoy honrado con el encargo, ya que me siento un defensor convencido de las tradiciones recibidas de nuestros mayores, que nos ayudan a vivir los últimos días de la vida de Cristo en la tierra.

- ¿Tiene preparado el discurso?

-Lo empecé hace quince días y cada vez que tengo un hueco le voy dando vueltas. Me centraré en todo lo que hizo Cristo para demostrar lo mucho que nos quiere, entregando incluso su vida por nosotros.

- ¿Qué importancia tiene la Semana Santa en Infiesto?

-Infiesto es la señal de que aunque a nuestra sociedad la vemos descristianizada, aún mantiene un rescoldo de fe de nuestros mayores, una llama que está ahí y que el párroco local supo avivar. Con la representación del vía crucis viviente y la escenificación de la Última Cena, los vecinos dotan a la Semana Santa de una espectacularidad digna de elogio y crean un buen ambiente para vivir con más intensidad las celebraciones litúrgicas, que son el centro de la celebración.

- Como arcipreste coordina a los sacerdotes de Cabrales, Onís, Cangas de Onís, Amieva, Ponga, Parres y Piloña. ¿Qué proyectos tiene en mente?

-Los sacerdotes de la zona nos reunimos una vez al mes y estamos trabajando en relanzar el plan pastoral diocesano antes de que acabe el curso y en concretar objetivos con vistas al próximo año, cuando se celebra, entre otras cosas, el centenario de la coronación canónica de la Virgen de Covadonga. Mi antecesor, Amaro Balbín, me facilita mucho el trabajo, y tengo la suerte de tener unos grandes compañeros que hacen llevadera la tarea.

- ¿Qué supone esta efeméride para Asturias?

-Tengo la ilusión de que sirva para que la Virgen siga siendo el centro de vida de los cristianos. Es curioso que cuando trabajaba en el hospital de Oviedo muchos mineros me decían que no querían saber nada con curas y monjas pero que a la Santina no se la tocara nadie.