Juan Antonio Somohano Cerezo (San Roque, 1962) es un artesano polifacético. En la actualidad centra sus esfuerzos creativos en el pirograbado, siendo el único artista de la comarca que trabaja esta técnica y expone. Su muestra en el centro cultural Llacín de la localidad llanisca de Porrúa está causando sensación. Es la tercera exposición que protagoniza, tras debutar en 2015 en la Casa de Cultura de Llanes. También ha expuesto con éxito en el principal centro cultural de Cangas de Onís. De su taller salen cotizadas panderetas y tambores. Es autodidacta.

- ¿Cómo está viviendo la gran acogida de la exposición?

-Estoy contento. Me dicen que está teniendo mucha aceptación y numerosas visitas. Por lo que se ve, a la gente le gusta lo que hago. Me han comentado que unos ingleses que la vieron y no conocían la técnica del pirograbado se quedaron fascinados.

- ¿Qué se puede ver en la muestra?

-Hay treinta cuadros de diferente temática que va desde animales, un bodegón, y muchos paisajes, tanto de la zona de Llanes como de Cangas de Onís. La gran novedad es que por primera vez muestro pirograbados pintados con acuarela. La idea de pintarlos me la dieron unos pirograbadores profesionales madrileños que vinieron a ver la primera muestra que presenté en la Casa de Cultura de Llanes.

- ¿En qué consiste la técnica del pirograbado?

-Se hace sobre una tabla de madera. Esta técnica acepta cualquier tipo de madera, aunque yo trabajo en chopo, que es un madera muy blanca y hace destacar la quemadura. El dibujo se hace a mano alzada o calcando las líneas del dibujo o la fotografía. Luego se sombrea, como si fuera carboncillo, pero con el lápiz de calor. No puedes cometer ni un solo fallo. El lápiz se borra pero el pirograbado no. Una sola quemada mal hecha te cambia el dibujo y no hay vuelta atrás. Yo he pintado desde niño. Sin tener nociones de pintura es muy difícil hacer pirograbados, pues hay que sacar los relieves, los volúmenes y las profundidades. Hay que tener muy buen pulso y mucha paciencia para dominar la técnica.

- ¿Tiene relación con algún otro artista de la zona que trabaje con esta técnica?

-No conozco a nadie más, que yo sepa.

- ¿Cómo empezó con esta técnica?

-Empecé adornando una pandereta con la siempreviva de San Roque con un quemador de estaño. Me gustó como quedó. A través de internet busqué vídeos e información. Es una técnica muy popular en Latinoamérica. Soy autodidacta: aprendo mirando, observando y echando muchas horas.

- ¿Cuál ha sido su creación más complicada?

-La Última Cena. Estuve cuarenta horas y cinco minutos quemando. Fue un reto de una persona que me dijo que si era capaz de hacerlo me lo comparaba. Me gustan los retos, lo hice, la persona que me lo encargó le gustó y me lo compró. Lo hice en un tamaño de cincuenta por treinta centímetros, aproximadamente. Quedó muy contento y se ofreció a dejarme el cuadro para las exposiciones.

- ¿Tienen salida comercial sus creaciones?

-Sí, voy vendiendo algo. La gente me suele llamar y me manda fotos que quieren pasar a esta técnica. El último encargo fue el de la playa de Castiellu, en Pendueles, para una tienda de caza y pesca de Llanes. Lo hice a color.

- ¿Se puede vivir del pirograbado?

-Este año he decidido apostar por esto y por la fabricación de panderetas y tambores. Me animé a ello. Llevo nueve años peleando y no quería desaprovechar el trabajo realizado en ese tiempo. Hasta ahora lo he compaginado con otros trabajos. Me gustaría mucho vivir de esto, aunque no es fácil.

- ¿Con qué se queda de su oficio de artesano?

-Me gusta todo lo que hago. Mi gran especialidad es la fabricación de tambores, pues es lo que más salida tiene y lo que más me gusta hacer. Panderetas las hace más gente pero tambores muy pocos. He vendido unos cuantos tambores y nadie hasta la fecha se ha quejado de que no sonasen bien o que fuesen de mala calidad.

- ¿Qué tiene en mente?

-Tengo en la cabeza hacer el Cristo de Celoriu pirograbado y a color. Ya hice uno en blanco y negro que está en la exposición.

- ¿Se siente valorado como artesano?

-Sí. La gente me anima mucho a seguir. Les gusta los pirograbados y el sonido de los tambores y panderetas que hago. La gente me mima mucho.

- ¿Cuándo empezó a tener curiosidad por el arte?

-Con catorce años veía a un señor de Cue tallar en el paseo de San Pedro. Me fascinaba aquello y empecé a tallar madera. Unos años más tarde tuve caballos de montura y se me metió en la cabeza hacer una xarré. Al final hice cuatro, tres por encargo y una para mí. Luego, viendo a un chaval de mi edad tocar la gaita me llamó la atención este instrumento y entré en la escuela del Llacín. Compré una gaita y al no gustarme el sonido decidí a construir una con mis propias manos. Fue un trabajo complicado que me llevó muchos días y horas. Llegué a hacer más de doscientas gaitas que están ahora por toda Europa. Un problema de alergia al ébano que me provocaba asma me obligó a dejarlo. Una persona vino expresamente desde Atenas a que le hiciese una. Más tarde, y a propuesta de Eva Tejedor y Marta Elola, empecé a hacer panderetas. Seguí tocando el tambor y Vítor Carbajal, el director de la Banda Gaites Llacín, me animó a que construyese alguno. Tardé aproximadamente dos años en dar con la tecla. Cuando Vítor Carbajal me dio el visto bueno empecé a mejorar la estética de los tambores.