El verano es la época del año que tradicionalmente asociamos a la diversión. El buen clima invita a disfrutar de las actividades al aire libre y, dentro de estas, especialmente de los espacios acuáticos. Playas, ríos y piscinas se convierten en una opción de ocio que se sitúa en los primeros puestos de las preferencias veraniegas, y miles de personas volverán a pasar este verano por estos espacios, multiplicando, de esta forma, la posibilidad de que se produzcan accidentes.

Una suma de imprudencias, despistes o de simples fatalidades llevaron a que 2016 fuese uno de los peores años que se recuerdan en cuanto a ahogamientos en España: 437 personas perdieron la vida por este motivo. En 2015, fueron 415. Y en 2017, ya van 114 personas ahogadas, lo que supone un crecimiento del 11 por ciento respecto a las ya dramáticas cifras del pasado año. La cifra global habla por sí misma y justifica la puesta en marcha de iniciativas como la campaña #stopahogados, auspiciada por la Federación Española de Salvamento y Socorrismo.

El panorama se recrudece si, además de en las personas fallecidas, se pone atención en aquellas que sufren lesiones que ocasionan episodios de hospitalización, secuelas y problemas derivados que pueden llegar a generar discapacidades permanentes. Se cifra en un 70% del total de lesiones medulares relacionadas con actividades deportivas las que tienen su origen en saltos de cabeza y otras pautas de riesgo asociadas a los entornos acuáticos.

Situación en el Principado. En Asturias, fueron nueve las personas que fallecieron por este motivo en 2016, una más que el año anterior. Un dato llamativo: el 100% de los fallecidos el pasado año lo hizo en un espacio que carecía de vigilancia. En el ámbito estatal, durante los cuatro primeros meses de 2017, ese porcentaje es del 96% de los ahogamientos. Por este motivo, los expertos pretenden poner el foco en estas zonas "en sombra". Pero, ¿por qué se ahoga la gente en las playas y otros entornos acuáticos? Por una parte, se puede mencionar como un factor determinante el desconocimiento del riesgo asociado a determinadas prácticas en estos espacios. Y, por otra, desde la Asociación Española de Pediatría, la OMS y diferentes entidades competentes en este asunto, se establece que una de las medidas de prevención de muerte accidental por ahogamiento es la presencia de socorristas, hecho corroborado por las cifras mencionadas con anterioridad. "Disponer de un servicio de salvamento y socorrismo profesional no solo garantiza una respuesta adecuada, coordinada y coherente en este tipo de entornos, sino que es garantía de disponer de un profesional que se encarga de identificar, evaluar y gestionar los diferentes riesgos que existen en este tipo de entornos", explica Javier Reguera, coordinador de Salvamento y Socorrismo de Gesprin, empresa especializada en la prestación de este tipo de servicios. La profesionalización del sector es el punto clave. Y, en este sentido, no se trata de profesionalizar la labor en sí de los socorristas, desterrando el tópico que los presenta como trabajadores de temporada y con una cualificación muy específica, sino también de lo que tiene que ver con la gestión integral de los servicios bajo criterios técnicos y de calidad. Generar herramientas de trabajo efectivas, como la estructuración de la respuesta ante emergencias, diseño e implementación de planes de emergencia, dispositivos de riesgo previsibles, protocolos y procedimientos de trabajo, son aspectos fundamentales y que forman parte ya del quehacer de los servicios de salvamento.

Formación. Para llegar a la excelencia en la prestación de un servicio de la importancia del que se está tratando, la formación aparece como elemento clave, como la herramienta para romper inercias y sobre la que articular un cambio profundo. El desarrollo de planes de formación continua, que vayan desde actualizaciones y adaptaciones al puesto de trabajo, formación específica en materia de rescate con embarcaciones, motos de agua, entornos costeros, emergencias prehospitalarias y rescate en aguas continentales, por citar algunos, se va imponiendo como el modo de hacer entre las empresas prestadoras de este servicio que aspiran a esos estándares máximos de calidad. Junto a estos planes de formación continua para las personas que trabajan en el sector, sería necesaria la puesta en marcha de programas de educación dirigidos a la sociedad en general y, de manera específica, a grupos con mayor vulnerabilidad. Es urgente el desarrollo de una cultura de seguridad en el medio acuático, que permita identificar riesgos, seguir y respetar las indicaciones de los servicios de salvamento y socorrismo, y saber actuar como primer interviniente en una situación de emergencia. La profesionalización de este sector debe venir dada también por la dotación de medios materiales específicos para la prestación de este servicio, diseñados para el salvamento y rescate acuático. Extremar la seguridad y un servicio prestado por profesionales, con los medios adecuados y bajo criterios de seguridad y calidad, es la mejor fórmula para disfrutar del verano sin riesgos en playas, ríos o piscinas.