La batalla de Covadonga, que según muchos historiadores libraron el ejército astur de Don Pelayo y las tropas musulmanas en el año 722, sirvió para cerrar el ciclo de conferencias que el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) organizó en Cangas de Onís durante el último mes en colaboración con el Cabildo.

El abogado y montañero ovetense Francisco Ballesteros Villar fue el encargado de poner ayer el colofón final al evento, coordinado por el historiador Andrés Martínez y en el que también participaron el economista José Alba Alonso y la profesora de Historia del Arte Yayoi Kawamura.

Ballesteros, que el pasado octubre fue nombrado hijo adoptivo de Amieva por su promoción del concejo, defendió durante la charla celebrada en la sala capitular del real sitio que Covadonga es "el origen de la nación española". "En esa época hubo otros combates similares o de mayor envergadura en Hispania. La diferencia reside en que los dirigentes cristianos, en vez de quedarse en el lugar de la victoria, decidieron seguir avanzando e iniciaron la Reconquista", explicó. A su juicio, la batalla de Covadonga se produjo a raíz del levantamiento de los caciques de las tribus astures que se negaron a pagar tributos a los árabes, un hecho que desató que el emir de Córdoba enviara a sus tropas de refuerzo para ayudar al bereber Munuza a cobrarlos. "Las crónicas alfonsinas que hablan de casi 200.000 combatientes son exageradas porque allí no cabía tanta gente pero lo que es seguro es que se trató de algo más que de una simple escaramuza con unos pastores", afirmó.

Otro de los mitos que desmontó Ballesteros fue el de que el enfrentamiento se produjo en la cueva y a piedrazos. "Si conoces el terreno te das cuenta que es imposible que haya sucedido así. Si hubiera sido así los moros lo tendrían fácil y podrían haber cercado a los cristianos para dejarlos morir de sed", destacó.

El montañero, que hasta su jubilación ejerció como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Oviedo, mostró diapositivas con la ruta que, según su criterio, siguieron los sarracenos en su huida por los Picos de Europa, rumbo a la meseta. Ballesteros tomó en cuenta para documentarse tanto las crónicas cristianas y árabes como su propio conocimiento de la zona, de la que tiene varios libros escritos.