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CARLOS JIMÉNEZ ESCOLANO | Traumatólogo madrileño jubilado afincado en Vega (Ribadesella)

"Los médicos jubilados tenemos un potencial desaprovechado"

"Si no hay presupuesto para ampliar las plantillas, que tiren de nosotros; yo me ofrezco a trabajar por la pensión, y hay más casos"

Carlos Jiménez Escolano, en Ribadesella. P. M.

Carlos Jiménez Escolano (Madrid, 1949) es un médico traumatólogo afincado en la localidad riosellana de Vega. Está jubilado desde el año 2014 y además es historiador, músico y pintor.

- ¿Cómo ve el déficit de médicos del que se resiente la sanidad pública asturiana?

-Es algo que lleva produciéndose mucho tiempo, pero los políticos han estado mirando para otro lado, no queriendo hacerse cargo. Antes de jubilarme estuve hablando con quien entonces era jefe del servicio de Traumatología de Cabueñes para hacer el traslado. Quería venirme y lo hubiera hecho mucho antes de la jubilación. Ya entonces me dijo que tenía problemas con la traumatología, que hacían falta más médicos. Pero no pudo ser por dos motivos: no había presupuesto y, al tratarse de otra comunidad autónoma y estar las competencias en Sanidad transferidas, habría perdido todos los derechos laborales adquiridos durante cuarenta años de profesión, teniendo que entrar como contratado.

- El debate se mueve entre el retraso de la jubilación y la ampliación de las plantillas. ¿Por cuál se decanta?

-Ampliar la plantilla significa ampliar el presupuesto y para prorrogar la jubilación habría que contar con el personal. En Madrid había dos tiempos de jubilación: voluntaria a los 65 años y obligatoria a los 70.

- ¿Está a favor de que los facultativos trabajen más allá de los 70?

-Por supuesto, es una barbaridad no permitirlo. He tenido profesores, catedráticos, ejerciendo hasta los setenta y muchos y operando. En la privada, claro.

- ¿Qué propone?

-Llevamos cuarenta años al servicio de una especialidad y por lo tanto nos lo debemos de saber. Mi propuesta sería servir de refuerzo sin que se nos pague un duro más, sólo a cambio de la jubilación que ya tengo. Yo podría ser un traumatólogo ayudante en quirófano mientras los otros pueden estar haciendo otras cosas y también en consulta, incluso en Atención Primaria.

- ¿Propone dotar a los centros de salud de especialistas jubilados?

-Sí. Hablo de Traumatología porque es mi especialidad, pero podría servir para Digestivo, Urología o lo que fuera. Si algo se resuelve en el centro de salud, se evita que el paciente vaya al hospital. Las urgencias en Atención Primaria se pueden resolver si los médicos generalistas están respaldados por un especialista. Sería una forma de no saturar tanto el servicio de Urgencias.

- ¿Se sienten infravalorados por el sistema sanitario?

-Sí, los médicos jubilados tenemos un potencial desaprovechado. La jubilación es un factor económico y social, pero no se te olvidan las cosas. Es más, creo que podemos aportar más que la mayoría de los que están ejerciendo, porque ya nos hemos equivocado muchas veces. Me ofrecería para ello, pero seguramente, si esto fuera viable, en general habría muchos más jubilados que estarían dispuestos.

- Lo del trabajo gratuito no iba a gustar nada a los sindicatos... ¿Qué les diría?

-Lo que propongo sería en caso de que no exista presupuesto ni dinero, el gran problema de las comunidades autónomas. Si hay dinero, lo suyo es que se amplíen las plantillas con médicos jóvenes. Pero si no lo hay y se necesita, tirad de nosotros, no os quedéis con el agua al cuello. Ese es el asunto.

- Con un sistema sanitario público en crisis de financiación, ¿cómo debe ser su relación con la sanidad privada?

-Siempre de colaboración. No existe una sanidad buena y otra mala. El paciente tiene que tener el derecho de ser atendido a través de una sanidad pública, pero esto no quiere decir que no se deriven pacientes a hospitales de garantías, donde el paciente no tenga que esperar la intemerata para un diagnóstico ni una intervención. Estas garantías las tiene que inspeccionar la sanidad pública. Hecho con inteligencia y honestidad, esta colaboración no tiene por qué amargar a nadie.

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