La niebla del amanecer levanta y en un risco lejano se dibujan las siluetas de cuatro buitres leonados que extienden perezosamente las alas al sol. Son las diez y media de la mañana. El Mirador de la Reina, en la carretera de los Lagos de Covadonga, se despierta, adquiere horizonte. Un cartel anuncia la proximidad de un comedero de aves carroñeras, que se ve ladera abajo: una lengua de tierra desnuda, rodeada de matorral y helechos, y confinada en un vallado, en la que hoy (por ayer) yace el cadáver de una oveja. Es el lugar que la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ) ha elegido como aula para una clase de ecología sobre el papel de los buitres en la naturaleza y también para explicar su proyecto de recuperación del quebrantahuesos en los Picos de Europa. "Queremos transmitir a la sociedad el trabajo que hay detrás de un proyecto como éste", resume Gerardo Báguena, director de la Fundación.

Báguena cede pronto la palabra a la bióloga Carmen Calero, responsable del programa de visitas turísticas que la FCQ inició la pasada semana y que se prevé mantener vigente hasta el 15 de septiembre, con salidas los viernes y los sábados. Aunque ésta es una ocupación secundaria; su tarea principal es, nada menos, que la de "madre adoptiva" de los pollos que nutren la reconstrucción de la población cantábrica de quebrantahuesos, que en unos días sumará cuatro ejemplares más (se han liberado 10 entre 2010 y 2016). Los pollos de este año se encuentran actualmente en unos jaulones de adaptación, en cuyas inmediaciones hace una segunda parada la "Ruta del quebrantahuesos". Aquí su trabajo coge vuelo, aunque también se enfrenta a la incertidumbre: la mortalidad entre las jóvenes rapaces es muy elevada en su primer invierno y queda por ver cómo se adaptan a la libertad, al medio, cómo interaccionan con otras especies, si adquieren las habilidades necesarias, si desarrollan la inquietud por explorar nuevos territorios...

Las aves liberadas llevan radioemisores, que dan su posición, y marcas alares, que los identifican individualmente. Los comederos siempre son un buen sitio para buscarlos. "Atilano", un macho liberado en 2012, acude a la cita. Asiste al festín de una treintena de buitres, que en cuestión de minutos da cuenta de la oveja, pero no muestra interés en bajar a recoger los huesos sobrantes, su alimento único y exclusivo. "En los Picos de Europa tienen mucha comida", explica Carmen Calero, que vincula la conservación de esta especie a la continuidad de la ganadería extensiva. Los comederos son un seguro, una forma de fijarlos. Y, añade Báguena, la forma más lógica, y ecológica, de hacer desaparecer el ganado muerto: un solo buitre come 182 kilos de carne al año, cuya incineración conlleva el gasto de 55,7 litros de gasoil y genera 177,3 kilos de dióxido de carbono. En los Picos de Europa viven actualmente unos 180 buitres leonados.

A lo largo de la ruta, de unas seis horas de duración, se obtiene mucha información sobre el quebrantahuesos, sobre los buitres, sobre la ecología de montaña... y se tiene ocasión de observar a los propios quebrantahuesos, junto con buitres, alimoches, águilas reales, culebreras, cuervos, chovas... El coste de la excursión, 22 euros los adultos y 15 los niños (incluye el traslado desde Cangas de Onís en un autobús cedido por Alsa), financia el comedero.