El día grande de las fiestas de Santiago convirtió ayer a Posada en capital del mundo. China, Indonesia, Bélgica, México y Venezuela son los países de origen o residencia de algunas de las personas que ayer disfrutaron de las celebraciones. Posada fue más internacional que nunca.

Cindy Bueres, hija de emigrantes, llegó desde Bruselas, en Bélgica, donde reside, para vestirse de aldeana, tocar y cantar en la procesión, interpretar tres bailes (fandango, quirosanu y pericote) y disfrutar de la fiesta "del pueblín". Tiene 25 años y, desde que nació, sólo se perdió una vez Santiago, cuando cumplió 18. Estuvo deprimida una buena temporada y se dijo que nunca más. "Venir por Santiago es volver a las raíces, volver a casa", señala.

Desde mucho más lejos viajó el hermano de Cindy, Dimitri; ni más ni menos que desde Macao, en China, donde vive y trabaja como comandante de líneas aéreas. Acude todos los años, "esté donde esté", a Santiago, y desde hace un tiempo lleva a hombros la imagen del apóstol. Se vistió de porruanu, y también se ataviaron con los trajes llaniscos sus tres hijos, Lorenzo, Louis y Lorena. Les encanta hacerlo. Lo contrario que a su esposa, Amitha Suratmi, nacida en Bali (Indonesia), que se vistió de aldeana por Santiago hace unos años, un día de mucho calor, y sufrió tanto que decidió no hacerlo nunca más. Dimitri es feliz en Posada, pero prefiere vivir en China: "Allí hay trabajo, aquí no; aquí pagaría un 50 por ciento de impuestos, allí un 4".

Pilar Ruenes, nacida en Venezuela y vecina de Posada desde hace unos años, vive Santiago de forma "muy intensa". Este año más, si cabe: vinieron todos los primos de Venezuela, así que acabaron vistiéndose de porruanu y aldeana dieciocho personas. "A las ocho de la mañana empezaron a vestirse", señaló Pilar. Ella no se vistió de aldeana porque acabó "agotada de preparar a los críos". La procesión, previa a la misa, sale de la casa en la que reside, llamada "Villa Pilar" en recuerdo de su madre, Pilar Pontigo, ya fallecida. Su padre, Luis Ruenes, compró la villa indiana hace unos 35 años y el pueblo le pidió que saliera de allí la procesión de los ramos. Así ocurre desde entonces.

Eddy Portillo es ciudadano del Estado Libre y Soberano de Hidalgo, en los Estados Unidos Mexicanos. Tiene 36 años y toca el guitarrón desde los 21. Desde hace varias temporadas se pasa todo el verano en España, de fiesta en fiesta, con el mariachi "Estampas de México". Aunque a veces es duro estar lejos de los seres queridos -y tampoco se gana tanto dinero como pueda parecer desde fuera, añade el músico-, merece la pena, asegura. Ayer tocó con sus compañeros en la misa y en la plaza de Parres Piñera, centro neurálgico de Posada, en dos ocasiones: por la mañana, justo antes de que comenzaran los bailes, y durante la tarde.

Internacional es también ya Graciela Fernández Gay, vecina de Naves, un pueblo situado a apenas tres kilómetros de Posada, pero que ya conoce medio mundo gracias a que pertenece a la Banda Gaites "Llacín". A sus 24 años ha estado tocando en los Estados Unidos (en Nueva York, durante el desfile de San Patricio), en China, en Francia, en Italia, en Portugal... "Es un privilegio tocar en esta banda", señaló la naviza, quien asegura que se entrega por igual, "con la misma intensidad", en cada actuación. Le encanta desfilar junto a sus compañeros: "Te sientes importante".

La Banda Gaites "Llacín", que dirige Vitor Carbajal, abrió la procesión de Santiago. Justo detrás avanzaron las aldeanas, con Lara Gutiérrez y Elena Sampedro marcando el ritmo a los tambores. Detrás, al son de la gaita y el tambor, los cuatro ramos preparados como ofrenda al apóstol. Y, al final, la imagen de Santiago.

Ayer fue la primera vez en 25 años que no bailó el xiringüelu de Naves Josín Amor. Tampoco pensaba bailar el pericote, pero lo hizo al final porque faltaba un porruanu. "Es hora de ceder el testigo y la responsabilidad a los más jóvenes", señaló Amor, de 38 años, quien admitió que siente "un poco de nostalgia. Ya en los ensayos me sentía raro", añadió. Aunque ahora vive en Llanes, se declara "de Santiago de toda la vida". Este año vistieron los trajes típicos su madre, María Jesús Sordo, su hijo Yago, de 4 años; sus hermanos Javier y Moraima, y su sobrina Valeria, de 2 años. No eran los más jóvenes vestidos de porruanu y aldeana. Estaban, por ejemplo, los primos Mateo Balbín, de 9 meses, y María Miranda, de 13, en sus sillas, guiadas por una tía, Luisa Ruenes, y la madre de María, Bárbara Balmori. Junto a ellas, la matriarca de la familia, la feliz abuela de los críos, Mary Ruenes Piquero.

No faltó a la cita, y se vistió de porruanu como siempre, León Alonso, nieto de Paloma Cueto, que tiene 4 años y vive en Madrid, aunque le gusta "mucho más" Posada. ¡Ah, y el Sporting!