Ver en primera fila a la Virgen de Guía en el puente de Llanes mirar hacia el mar es lo que impulsa a media docena de mujeres vestidas con mantilla española pasar cerca de doce horas de espera para ocupar las primeras posiciones en la procesión nocturna del 7 de septiembre. Por sexto año consecutivo, la primera en llegar a la capilla fue Claudia Balmori Ruenes. La joven de 23 años llegó a las 9.10 horas. Solo el primer año que participó en la procesión no pudo lucir su mantilla blanca en primera fila.

Balmori asegura que las horas de espera valen la pena. "No todo el mundo tiene la oportunidad de estar cerca de la Virgen en el puente. Eso es para mí un privilegio. Me emociona", señala. Empleó la larga espera en hacer pulseras de la Virgen de Guía para regalar a sus amigos. Hoy, día grande de las fiestas, se vestirá de aldeana y procurará ir también en primera fila durante la procesión de retorno de la imagen hasta su capilla. "Soy fanática de la Virgen de Guía", apunta.

Las segundas en llegar, pasadas las 9.30 horas, fueron Lidia Piñera y Gloria Noriega. Aquella llegó desde la localidad cántabra de Suances. "Es el cuarto año que me visto de mantilla. El año pasado no pude hacerlo por motivos de trabajo y lloré mucho. Siento una gran alegría y una emoción muy grande", asegura. Noriega ha confeccionado su propia mantilla y la que lucirá también su hija en la procesión. "Me vestí hace veinticinco años y cuando le Virgen estaba en el puente yo estaba llegando a la basílica. Ese día dije que nunca volvería a estar tan alejada de la Guía y por eso vengo temprano", resalta.

Lorena Bravo se hizo el moño y se peinó. La peineta y la mantilla se la colocó la madre de una amiga. "Llegué a las 10.45 horas. Llevó ya diez años tomando parte en esta procesión y ver a la Guía en el puente es para mí lo más importante", confiesa. Miriam Fontal nació en Mieres y se hizo devota de la Guía gracias a la familia de su pareja. "Ir acompañando a la Virgen tan cerca es algo muy especial. Es un todo muy emocionante", indica.

Sobre las 11.30 llegó a la capilla Mónica Cañete, llanisca residente en Portugal. Es toda una veterana en vestirse de mantilla (lo hace desde hace dos décadas), y en hacer cola para ir lo más cerca posible de la Virgen en la procesión. "Soy de las primeras que empezaron a venir muy temprano. Me da igual ir en primera fila o en la segunda. Solo quiero ver de cerca a la Guía. Para mí el año empieza a contar el día después de la Guía. La espera la combatimos hablando entre nosotras. El tiempo pasa rápido hasta las seis de la tarde. Cuando queda poco para la procesión pasa más lento", añade. Pero todo llega: la Virgen salió en procesión hacia la basílica a las nueve y media de la noche. Delante, tres interminables filas de mujeres ataviadas con sus mantillas, las de blanco en el centro, las de negro en las otras dos. Más adelante aún, los misterios, a hombros de fieles del bando. Y en el puente del Carrocéu, con la imagen de la Guía mirando al mar, mientras sonaba la sirena del puerto, un sacerdote recordó a los marineros, a los desaparecidos en la mar y a los llaniscos ausentes. Para muchos de los presentes, el momento más emocionante del año.