La mejor avellana de Piloña está en Texedal. Allí vive Román Canal, que ayer resultó ganador del Festival que Infiesto dedica a este fruto seco cada primer fin de semana de octubre. Su hija, Almudena Canal, y su nieta Inés Pérez, se impusieron en el concurso de repostería con una creación a base de manzana y avellanas. La hazaña de esta familia no es baladí si se tiene en cuenta que el evento, organizado por el Ayuntamiento, registró récord de participación: 84 cosecheros pusieron a la venta más de seis toneladas a un precio de seis euros el kilo.

Al final de la mañana se habían despachado más de cinco mil kilos de avellanas en la capital piloñesa, lo que supuso una inyección económica superior a los 30.000 euros. La cifra está muy por encima de la alcanzada en el 2016, cuando una mala cosecha trajo como consecuencia que sólo se comercializaran 1.200 kilos de avellana, que se agotaron en pocos minutos.

Por eso, muchos vecinos optaron por pasarse ayer muy a primera hora por la carpa de la Plaza del Ganáu para no quedarse sin su ración, según confirmaron vendedores como Rubén Melendi y Casandra Forcelledo, de Les Cueves. "La gente madrugó mucho, las mayores ventas se hicieron temprano", dijeron los jóvenes, que pusieron a la venta cien kilos del fruto seco. La pareja hizo hincapié en el trabajo que supone recolectar las avellanas, a su juicio uno de los mejores manjares gastronómicos de la región. De que el fruto seco tiene usos más allá del comestible dio cuenta ayer Nacho Sariego, vecino de Mestres, que puso a la venta aceites de avellana piloñesa para la piel. "Es muy indicado para problemas de acné, celulitis, dermatitis atópica, estrías o psoriasis y tiene propiedades relajantes", aseguró este emprendedor, que se llevó el segundo premio en la categoría de originalidades del festival.

Por su parte, las mellizas Rita y Nora Toyos dieron a sus cuatro años de edad ejemplo de que en el negocio de la avellana hay relevo generacional. En compañía de su abuela, Pili Menéndez, pusieron a la venta 60 kilos del fruto. "Nos compraron todo lo que trajimos. Da gusto ver tanta gente interesada en la avellana", apuntó esta vecina de Ques, que obtuvo el tercer premio al mantenimiento de plantaciones.

Las autoridades, con el alcalde piloñés Iván Allende a la cabeza, rindieron un homenaje al cosechador más veterano: Ángel Lobeto el de Riofabar, que a sus 87 años sigue "tirando" por el comercio avellanero. "Tengo tres hijas que me ayudan bastante porque a mi ya me va costando apañarlas", dijo el galardonado, que vendió en pocas horas los 75 kilos de avellana que bajó a Infiesto. En los actos oficiales participaron, entre otros, el director general de Desarrollo Rural y Agroalimentación, Jesús Casas, que aplaudió el discurso del pregonero José Ramón Ramón Cortina, quien abogó por plantar avellanos en prados abandonados, de la misma manera que se hicieron plantaciones de arándanos, frambuesas o kiwis con buenos resultados en el municipio.