El golf es un deporte para practicar al aire libre y estar en contacto con la naturaleza. Y no hay un campo en el que esto sea tan cierto como en el de La Rasa de Berbes de Ribadesella. Allí, los jugadores no están solos, sino que tienen unos espectadores muy especiales: los gamos.

Desde hace ya 15 años, estos cérvidos campan a sus anchas por el campo, muy próximo a la sierra del Sueve, el único lugar de Asturias donde vive la especie, y en una zona en la que está prohibido cazarlos, lo que hace que se sientan cómodos y seguros. De hecho, antes solo podían verse por allí estacionalmente, y ahora hay un grupo de unos diez que reside de forma permanente en la zona. Y lejos de molestar a los que practican sus golpes en los diferentes hoyos, los gamos se han convertido ya en un elemento más de la zona. De hecho, para el director de La Rasa de Berbes, Luis Pablo González, los gamos son ya sus "amigos y compañeros. Este año, incluso nació uno y era una delcia verlo", dice.

González cuenta que la gente está "encantada" con la presencia de los animales, que "nunca molestan y son muy dóciles". Además, se han convertido en el símbolo y el principal atractivo del campo. "La gente que viene por primera vez saca muchas fotos. Sobre todo, a los que más les llama la atención es a los turistas que están acostumbrados a campos en ciudades, como, por ejemplo, los madrileños, realmente se asombran al verlos", cuenta González. Incluso hay quienes, cuando se los encuentran por primera vez, piensan que son los responsables del campo quienes los crían, ya que son un reclamo importante. Pero nada más lejos de la realidad. De hecho, ni siquiera se ocupan de mantenerlos. "Se alimentan del pasto que hay aquí, que, como segamos mucho, es un pasto tierno", cuenta el director. Además, no suponen ningún problema para el mantenimiento de las instalaciones, como sí que lo son "otros animales más pesados, como es el caso del jabalí". Eso sí, a pesar de estar encantados con su presencia y verlos ya como compañeros de juego, González admite que solo tienen una preocupación: el posible exceso de población. "Si aumenta el número de gamos del campo sí que podrían llegar a generar problemas y habría que ver qué se hace, pero de momento no hay que preocuparse", señala. Sin duda es difícil encontrar otro campo con espectadores tan singulares.