Para Marta Herrero Castilla ir al instituto de Cangas de Onís supone a diario una odisea. El motivo: la parada de autobús más cercana se ubica a casi dos kilómetros de su casa, en Abiegos (Ponga). Sus padres, que regentan un alojamiento rural en la zona, aseguran que carecen de disponibilidad laboral y económica para cubrir personalmente la ruta. Por eso, cuando en junio formalizaron la matrícula para el presente curso, solicitaron por escrito la línea de ayudas individualizadas que la Consejería de Educación pone a disposición de los estudiantes. Medio año después, siguen sin saber si se la han concedido.

"Cumplimos todos los requisitos, pero aún no sabemos nada, por más que les enviamos escritos. Este tipo de ayudas deberían estar resueltas antes de que comience el curso por una cuestión de planificación", apunta el progenitor, Ricardo Herrero. El afectado denuncia además falta de información y transparencia por parte de la administración regional. "El primer año de instituto no solicitamos la ayuda porque no sabíamos ni que existía. Luego nos enteramos por clientes y gracias a casos como el de la casina Yuma", dice. "Al hacer la matricula del segundo curso lo reclamamos con tiempo y seguimos sin tener noticias. Por no hablar de que completar los formularios les cuesta trabajo hasta a los funcionarios, son complicados", cuenta.

El padre de Marta cree que existen dos posibles soluciones para el problema de transporte de su hija y confía en que éste se solucione a la mayor brevedad. La primera opción pasaría por que la Consejería subvencionara un taxi que acercara a la estudiante desde su casa hasta el cruce del puente Retortoriu. El problema, reflexiona, es que la administración maneja una tarifa económica "muy baja" que ningún taxista estaría interesado en cubrir.

"Pedimos presupuesto a un profesional del concejo y son 15,50 euros al día, contando los retornos. Y estaría incluso dispuesto a esperar a cobrar, tal como le trasladamos a la Consejería sin obtener respuesta", cuenta.

El plan B sería que el transporte hiciera una ruta circular y, además de en San Xuan de Beleño, contemplara paradas en Sobrefoz y Abiegos. "En Sobrefoz también hay un niño, pero como sus abuelos viven en Cangas los padres optaron por dejarlo allí por semana, al no haber transporte", ejemplifica.

Cansado de esperar por la contestación de la administración regional, el progenitor llegó a plantearse medidas drásticas, como dejar de enviar al instituto cangués a la menor o bajar caminando desde casa al centro educativo y colgarlo en las redes para dar visibilidad al problema. "Lo hablamos y ella no quería dejar de asistir a clase. Por otro lado, salir de casa tan temprano y con un oso merodeando por la zona podría ser peligroso", justifica.