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La piloñesa que abrió camino tras su boda al mantener el puesto de trabajo

En 1970 las chicas que se casaban debían dejar de trabajar, pero Ángeles Blanco reclamó y ganó: "Tuve contratiempos"

María de los Ángeles Blanco Junquera, en el parque de La Corredoria de Infiesto, ayer. CRISTINA CORTE

María de los Ángeles Blanco Junquera (Villar de Huergo, 1946) puede presumir -pero no lo hace- de ser una precursora en la defensa de los derechos de las mujeres.

Esta piloñesa fue la primera en exigir a la empresa láctea para la que trabajaba en Sevares poder conservar su empleo tras contraer matrimonio en 1970. Entonces las chicas cobraban una indemnización de un mes por año trabajado y causaban baja obligatoria al casarse. Se entendía que tras pasar por el altar su principal obligación era el cuidado del hogar. Rompiendo una lanza a favor de la igualdad de género, Blanco se negó a abandonar su puesto como administrativo y aunque dice haber sufrido represalias , a sus 71 años esta vecina de El Cobayu no se arrepiente "de nada".

Su historia será narrada esta tarde durante los actos institucionales que desde las 17.30 horas se celebran en la sala polivalente de Infiesto con motivo del Día de la Mujer y es la que sigue: hija única del matrimonio conformado por Falo y Balbina, se trasladó con familiares a Noreña tras completar los estudios primarios en la escuela de Sevares. Allí continuó su formación como mecanógrafa y contable hasta que a los 23 años entró en 1963 a trabajar a la empresa láctea Rilsa de Sevares, más tarde absorbida por Nestlé.

"Nunca tuve ninguna tacha como administrativo en la oficina hasta que en el verano de 1970 comuniqué que me iba a casar y tenía pensado seguir trabajando", explica. "La dirección me contestó que tenía que seguir las normas de las demás e irme. Quise saber dónde habíamos firmado esas normas pues sabía que en ciudades como Valladolid o Barcelona las chicas seguían trabajando. Acabaron dándome la razón no sin tener grandes contratiempos". Un ejemplo: tuvo que trabajar el día antes de su boda y sólo pudo disponer de una semana para la luna de miel. Aunque no la cambiaron de categoría y sueldo, la obligaron a trabajar en un local peor, junto a una perforadora, un tiempo.

En 1982, tras una reorganización empresarial, la administración del negocio pasó a estar en las sedes de Villaviciosa y Barcelona, a donde Blanco se negó a ir por su situación familiar: con unos padres mayores y dos hijos menores a su cargo. "Recolocaron a los doce trabajadores de administración en distintos puestos de la fábrica y a mí me tocó el peor, fregando frascos y pipetas en el laboratorio. Que no está mal y es muy digno, pero no era para lo que yo me había preparado. Aguanté un mes".

Casualidades de la vida firmó su baja voluntaria un 8 de marzo de 1983, fecha en que se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Tras el cese en Sevares, con juicio de reconciliación incluido, la piloñesa se empleó como administrativo hasta la jubilación en centros de salud como el de La Lila y el antiguo hospital ovetense, una etapa de la que guarda buenos recuerdos.

Su ejemplo sirvió para que el resto de compañeras pudiera seguir trabajando tras casarse. Por eso, Blanco es optimista respecto a la situación de la mujer. "Creo que en estos años se ha avanzado mucho: hay más días de baja por maternidad, ayudas para guardería, aumentos de salario y, en general, nuestra labor es mejor valorada. Pero es importante que se sigan celebrando actos como el del 8 de Marzo para recordar a quienes lucharon por nuestros derechos", apunta.

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