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Los bolos ya eran populares a principios del siglo XX, según una tesis doctoral

María Collado desvela que los premios consistían en animales vivos y obras de arte en el alto Sella, mientras que en el medio y bajo Sella se daba dinero

María Collado, con su tesis, en Ribadesella. CRISTINA MURUZÁBAL

Los bolos son uno de los deportes con más arraigo y tradición en Asturias, de eso no cabe duda. Pero, si se habla del oriente del Principado, la pasión por este deporte llevó a que ya a principios del siglo XX algunos concejos contaran con su propio torneo para designar al campeón comarcal hasta diez años antes de que se constituyera la Federación Asturiana de Bolos. Este es uno de los descubrimientos que ha hecho la riosellana María Collado, quien se acaba de doctorar en la Universidad de León con la tesis "Pervivencia y valor sociocultural de los juegos y deportes tradicionales en la ribera del río Sella", por la que ha obtenido una calificación de sobresaliente con mención cum laude.

Para realizar su tesis, esta profesora de Educación Física del Instituto Príncipe Felipe de Madrid trabajó durante cinco años y entrevistó a 91 personas, quienes, además de aportar su testimonio, le dieron acceso a antiguos recortes de prensa de la época que algunos de ellos aún conservaban en sus casas. "Hacer este tipo de estudios es importante porque, si no, cuando estas personas van desapareciendo esas costumbres de entonces quedan en el olvido", dice Collado.

Así, Collado cuenta que, en lo que a bolos se refiere, en la ribera del Sella "sólo se jugaba cuatreada". Uno de sus mayores descubrimientos llegó cuando constató que ya en 1918 algunos concejos contaban con una "estructura de campeonatos" muy parecidos a los que se conocen hoy en día, con la curiosidad de que esto se hacía "una década antes de que existiera la Federación Asturiana de Bolos". En esas competiciones, los hombres, ya que la presencia de la mujer era "casi nula", jugaban en las fiestas de su localidad. Después, los vencedores de dichas fiestas pasaban a disputar el campeonato de la parroquia. A continuación, debía decidirse quién era el campeón del concejo para que, finalmente, los mejores se disputaran el honor de ser el mejor jugador de cuatreada de la provincia, una provincia que enmarcaba los concejos de Ribadesella, Cangas de Onís y Parres.

Además, María Collado encontró durante su investigación "un precedente de las licencias federativas". "Para poder jugar, había que demostrar que se pertenecía a la parroquia con un documento que debía estar firmado por el cura o el alcalde de barrio", explica

No sólo eso, sino que los premios otorgados en estos torneos daban buena cuenta de cómo eran el estilo y el nivel de vida de las gentes de cada concejo y cómo variaban de un territorio a otro. "El nivel económico condicionaba los juegos. Ribadesella era el concejo más rico porque tenía puerto, y en Amieva y Poga se vivía de la agricultura y el sector primario", comenta. Así, en el alto Sella los premios se daban en forma de animales vivos y obras de arte, mientras que en el medio y bajo Sella los galardones consistían en cantidades económicas. "En Cangas de Onís, en 1915, se daban 100 pesetas a la partida ganadora, cuando el jornal entonces era de tres pesetas", cuenta.

El declive de estos campeonatos se dio entre 1930 y 1960, momento en el que irrumpieron otras actividades que acabaron por imponerse a las autóctonas. "La llegada del fútbol y otros deportes hizo que los bolos perdieran protagonismo", comenta Collado.

Eso sí, no sólo a los bolos jugaban en la ribera del Sella. Por ejemplo, hasta el año 1900 en las fiestas de Ribadesella predominaban las actividades acuáticas, mientras que en los concejos más altos la cucaña era la actividad más famosa.

Además, ya antes de que Dionisio de la Huerta comenzara a fraguar lo que hoy es el famoso Descenso Internacional del Sella allá por los años 30, en la localidad canguesa de Margolles se celebró una regata de barcas en 1905 y en Arriondas hubo una regata de chalanas en 1908, ambas anteriores al comienzo de la Fiesta de las Piraguas.

Pero, por supuesto, un estudio sobre los deportes en la ribera del Sella no podía pasar por alto a de la Huerta y los orígenes del Descenso. Unos orígenes en los que, de nuevo, los hombres fueron los protagonistas y en los que la mujer se fue abriendo camino poco a poco. "En 1932 Dionisio ya baja con una mujer", explica Collado. Eso sí, desde los años 30 Collado no ha encontrado ninguna evidencia de que otras mujeres hayan participado en la popular prueba hasta que en 1958 "un matrimonio suizo baja el río y al año siguiente participa otra chica, Liana Martínez, de 14 años, junto a su hermano". Para ver la categoría de "damas" en la prueba aún habrá que esperar hasta el año 1961.

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