El juez considera que Nino José Rodríguez tuvo en todo momento «intención directa de lesionar». «El acusado -afirma- atropelló a estas personas porque su intención era precisamente ésa», algo que, según Santocildes, es «evidente». Y todo comenzó, explica, por una agresión de la que fue testigo un joven, Ángel Suárez, «que nada tiene que ver con ese intento de linchamiento que Nino José Rodríguez Novoa nos pretendió presentar y cuya falsedad es más que evidente», apostilla el magistrado.

Según declaró Suárez (que en el momento en que ocurrieron los hechos era empleado de la sidrería Fartuquín), esa noche, cuando salió de trabajar e iba hacia el Campillín, «le rebasaron tres individuos que llegaron a la altura del acusado, propinándole uno un puñetazo y luego patadas entre los tres», explica la sentencia. Los jóvenes pararon «al ser interpelados por una chica», así que Novoa se levantó del suelo y comenzó a caminar, «tambaleándose hasta que cayó de nuevo». Suárez le ayudó a levantarse. Uno de los individuos le explicó que el venezolano «llevaba toda la noche insultando e increpando a la gente y que le habían dado muchas oportunidades para que se callara». Eran las tres y media o las cuatro de la mañana.

Ahí terminó la agresión, que no los insultos del acusado, señala el juez, que indica que siguió profiriéndolos mientras iba a por su coche. El ataque que sufrió, especifica, «hubo de ser muy breve» porque cuando Ángel Suárez llegó a la altura de Novoa -estaba cerca- «ya nadie le estaba pegando».

En definitiva, expresa el magistrado, «ni hubo una brutal agresión por parte de decenas de personas (como declaró el acusado en el juicio), ni les siguieron a él y a sus acompañantes al coche, ni les bloquearon las calles ni les rodearon el vehículo. Lo que pasó -añade- es que el acusado se vio involucrado en una discusión de tintes localistas (Oviedo-Gijón), que derivó en esa agresión que presenció Ángel Suárez. Después de ésta, soliviantado por todo ello, Nino José Rodríguez Novoa decidió vengarse del modo en que lo hizo». Y no pudo ir en busca de quienes le habían atacado, subraya, «porque sus acompañantes le retenían». Cuando por fin se subió al coche, «se desquitó del modo en que ya sabemos».

Santocildes califica las explicaciones y excusas de Novoa de «patraña». Según el juez, que quiso cometer los atropellos es de una «obviedad aplastante» y para justificar esta afirmación enumera razones casi interminables que remata con un contundente «para qué seguir». Y explica: el joven arremetió contra el gentío y era «perfectamente consciente de la afluencia de gente que había. Los tenía delante de él y, además, la calle es cuesta arriba, de forma que contaba con perspectiva suficiente para ver lo que había». Y «lanzó el coche» contra esa «cortina de peatones», dice, a «una velocidad elevada», sin frenar, tocar el claxon o dar las luces ni tratar de detenerse. Tampoco «hizo lo más mínimo por evitarlos saliendo por las calles adyacentes», aunque hubiera podido hacerlo, por la plaza del Sol o Postigo Alto. Con todo esto, asevera, era «ineludible» lesionar a un buen número de peatones. «No era una consecuencia más o menos probable, sino algo seguro». Además, apostilla, «instantes antes de subirse al coche había anunciado sus intenciones, gritando: "Os voy a matar a todos". Por último, a pesar de que tanto Novoa como sus acompañantes tenían móvil, no llamaron a la Policía pidiendo auxilio (si fuera verdad que los perseguían), ni dentro de la ciudad ni en el resto del trayecto hasta Gijón. «Que no pensaran en ello -matiza- no resulta asumible».

Coincidiendo con la lectura de la sentencia se hizo público un auto de la Sección Tercera de la Audiencia por el que se prorrogó la prisión provisional para el acusado (lleva en Villabona desde el 13 de febrero). Sólo la defensa lo había recibido previamente.

La sentencia absuelve al acusado del delito de omisión del deber de socorro que pedían para él dos de los heridos y del delito de daños que reclamó el ministerio fiscal y una de las víctimas.

Texto íntegro de la sentencia en www.lne.es