Lorena PÉREZ

Más de ocho mil personas acudieron a las siete funciones de la zarzuela «Los Gavilanes», que se representó entre julio y agosto en el teatro Campoamor. Fue un éxito de enormes dimensiones, que no sólo se percibía por el número de butacas ocupadas, sino también por el fervor con el que el público agradecía el espectáculo sobre el escenario. Y detrás de él, el director de la compañía teatral «Margen», Arturo Castro, dirigía como ha hecho tantas veces, pero por primera vez en el género lírico.

Trasladar una historia que transcurre en la Provenza francesa en el siglo XVIII a Cudillero a mediados del siglo XX y, además, con textos en asturiano, es arriesgado hasta para Castro, pero asumir riesgos puede tener su recompensa, y en este caso ha sido así. «El resultado ha sido mucho mejor de lo que me esperaba; sabía que la traslación era un riesgo, pero estoy muy satisfecho. Todo ha salido bien y doy gracias al excelente equipo humano con el que he podido trabajar».

La labor se presentaba complicada al tratarse de una «superproducción. Había que aunar la parte interpretativa con la musical y, en este caso, la interpretativa tenía tanto peso como la música, y eso es complicado porque no siempre te encuentras con cantantes con cualidades interpretativas tan excelentes como ha ocurrido en esta ocasión».

Con el director musical, José Miguel Pérez Sierra, «nos entendimos a la perfección, y eso que podría ser mi hijo, pero genial; nos apoyábamos mucho el uno en el otro y el resultado fue muy bueno. Es incuestionable que la obra gustó mucho, pero es que eso ocurre. A veces un espectáculo hecho con muchas ganas y mucho talento por parte de todos los cantantes, técnicos, directores... conecta con el público, y es lo que ocurrió con esta zarzuela. Me ha encantado, me gustaría repetir».