C. MATEO

Griterío infantil y un cartel desplegado en la fachada de las Escuelas Blancas advertían ayer de que intramuros se vivía una jornada especial, un día de fiesta que por cuarto año celebraron los 267 alumnos del centro, con edades comprendidas entre los 3 y los 12. Con motivo del fin de curso y en defensa del planeta, la dirección del centro puso en marcha casi una veintena de actividades extraescolares y un recorrido por el barrio «en el que portamos una antorcha en defensa del medio ambiente que fue rotando por alumnos de todos los cursos», señaló ayer María Ángeles Menéndez, la directora. Micrófono en mano, la responsable del centró no dudó en animar a sus escolares a participar en las actividades. «Hemos hecho talleres, juegos, carreras de bicicletas o monopatines como vehículos no contaminantes o exhibición de malabares para que los alumnos tomen conciencia de la responsabilidad que todos tenemos en el cuidado del planeta y, al mismo tiempo, conozcan las distintas actividades extraescolares que ofrecemos».

El patio de la escuela, decorado con carteles con la contaminación, la fauna o la vida sana como temas, los escolares fueron rotando por las distintas actividades. Con sus rostros pintados con flores los más pequeños, de 3 y 4 años, se convirtieron en los protagonistas más divertidos de la jornada deportiva y cultural. «Lo que mejor está son las carreras de patinetes, aunque es muy difícil», confesaba ayer Javier Martín, «muy contento porque nos dieron zumo de naranja a todos y hoy comeremos bocadillo en el patio». «¡Y galletas!», añadía otro de sus compañeros, al tiempo que se colaba entre un grupo de alumnos de mayor edad para coger una de las cariocas con las que los de sexto acababan de hacer una exhibición. Respecto al motivo de la celebración de la jornada, también los párvulos fueron los que respondieron con más gracia. Javier Fernández definió la fiesta como «el día de la antorcha» y una de sus compañeras, al preguntarle cómo cuidaría el planeta, contestó sin dudarlo: «Tapándolo y dándole de comer».

No faltó en el fin de curso de las Escuelas Blancas el canto del himno del centro y, de manera simbólica, el apagado del pebetero de la antorcha, encendida durante toda la mañana. «Es un calendario frenético que hacemos cada año, pero creo que merece la pena porque todos los alumnos toman conciencia de la necesidad de velar por el medio ambiente, además de promover la convivencia entre ellos, potenciar el compañerismo y avanzar en el gusto por la actividad física», concluyó la directora del colegio público.