C. MATEO

El silencio se interrumpe en claustro de la Catedral. En uno de los extremos, casi a la entrada, más de una treintena de personas se arremolina en torno a un orador que repasa la historia de la Basílica. Es el arqueólogo de Patrimonio Histórico y cultural del Gobierno del Principado César García de Castro Valdés, y el motivo de su conferencia es poner en antecedentes al grupo con el que realizará una visita dedicada a las actuaciones arqueológicas de la Catedral, actividad incluida en el programa divulgativo organizado de la Asociación de Amigos de la Basílica.

El origen de Oviedo, «no como ciudad, sino como asentamiento» data, según asegura García de Castro, de mediados del siglo VIII. En torno a estas fechas, puntualiza, «la tradición vincula el nacimiento de Oviedo al monasterio de San Vicente y a Máximo y Fromestano, que ocuparon un terreno hasta entonces cubierto de bosque y lo convirtieron en terreno de culto, fundando allí una capilla en honor al mártir». El arqueólogo continúa resumiendo el origen de San Salvador y comenta que el rey Alfonso III fue «el gran benefactor de Oviedo». Al tiempo que desglosa la historia de la Cámara Santa, parte de los visitantes toman nota y miran de soslayo a un grupo de turistas recién llegados.

La explicación de García de Castro da paso al comienzo de la visita, con destino a las antiguas carboneras de la Basílica, «en estado penoso antes del plan director de la Catedral», comenta el guía. El grupo se coloca junto al mostrador de acceso a la Cámara Santa y allí, De Castro señala al grupo, «las piedras más antiguas de la Basílica». Detrás «de la bóveda», indica, «hay una fachada prerrománica de ocho metros de altura».

La voz del arqueólogo se desvirtúa a consecuencia de la llegada de un nuevo grupo de visitantes. «Esto parece un mercado», comentan los asistentes a la visita. De nuevo en el claustro, el arqueólogo guía al grupo hasta la capilla de Santa Leocadia. «En la litúrgica hispánica suele haber dos cancelas que separan el altar y el coro pero en el caso de esta cripta, con un solo sistema de estas características, estaríamos hablando de una capilla de carácter particular». Sobre parte de esta cripta, añade, «está la denominada "torre de San Miguel", un nombre muy posterior a su edificación» y respecto a la denominación de la capilla subraya que «no está documentada la existencia de reliquias de Santa Leocadia». Ya en el cementerio de peregrinos, en el que es evidente el impacto del Museo Arqueológico, García de Castro aseguró «que nunca los hubo enterrados sino que, bajo las doce lápidas, estarían enterrados obispos y deanes».