Jaume Torrent y Ala Voronkova destaparon pequeñas joyas que demostraron la complicidad de los timbres de ambos instrumentos. Tras la herencia clásica, época en la que el cuarteto alcanzó altas esferas, la música de cámara sirvió a los compositores para experimentar con pequeñas formas y versátiles agrupaciones instrumentales, especialmente en la era romántica. Las piezas del endiablado Paganini, con un desarrollo virtuosístico y a capricho, abrieron de forma sorprendente la primera parte de un recital en el que Torrent brilló con luz propia. A falta de ciclos de música de cámara, las sociedades filarmónicas cubren con su programación la necesidad de ahondar en este repertorio, invitando a agrupaciones como el dúo que, ayer, protagonizó la velada en el teatro Filarmónica.

Del derroche de virtuosismo y la recuperación de la obra para violín y guitarra de Paganini, el dúo pasó a una segunda parte que le permitió un grado más de expresividad. La «Serenata al alba del día» de Joaquín Rodrigo y la «Suite» de Nin, con la influencia de las «Siete canciones populares de Falla», reflejaron las posibilidades polifónicas de la guitarra y los giros característicos de la música española, con un aire de añoranza pretérita de cantiga. Muy interesante resultó la obra del propio Torrent, «Tres piezas para violín y guitarra, op. 56», en la que exprimió el lenguaje guitarrístico y el carácter «cantabile» del violín, con líneas melódicas inestables por el uso libre de disonancias y con un importante papel del ritmo y del silencio.