José Antonio Martínez Lapeña (Tarragona, 1941), es el arquitecto responsable de la Villa Olímpica de Barcelona, la explanada del Fórum o la rehabilitación del castillo de Bellver, entre otras muchas obras. El pasado viernes participó en Oviedo en el ciclo «Espacio y tiempo. Visiones sesgadas» que organiza el Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias.

-¿Cómo resuelve un arquitecto la ecuación espacio-tiempo?

-Una de las condiciones más importantes de la arquitectura es su voluntad de permanecer en el tiempo. Un edificio debe ser capaz de superar su temporalidad. Siembre ha habido edificios que han sabido permanecer.

-Usted es el responsable de la Villa Olímpica de Barcelona, ¿esa arquitectura para un evento tan puntual también tiene vocación de permanencia?

-Una de las virtudes de la Villa Olímpica es que se ha integrado a la malla de la ciudad. Cuando se hizo el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Barcelona se tuvo muy en cuenta su ubicación para así regenerar una zona de la ciudad que estaba obsoleta. En realidad se trataba de hacer un nuevo barrio a lo largo de la costa e integrar toda esa zona en la malla del ensanche de la ciudad.

-¿Supone más reto un edificio nuevo, o acometer una rehabilitación como la de Bellver?

-Son diferentes, aunque en el fondo todo depende de su propia magnitud. En un edificio nuevo no estás sujeto a las preexistencias y en el otro caso hay que saber leer el edificio para no desvirtuar los valores que tiene. Cada proyecto es un problema específico porque, por ejemplo, es distinta una rehabilitación de una reconversión.

-Otra ecuación a resolver: arquitectura, urbanismo y política.

-La arquitectura no tiene porque tener ninguna relación con la política.

-Pero la tiene.

-Es cierto que muchas veces dependes de la política cuando trabajas para una Administración pública. En realidad no depende de si quien te hace el encargo es un político o un particular, depende de lo inteligente que sea y de la sensibilidad que tenga.

-¿Los políticos quieren perpetuarse con la arquitectura?

-Es algo que ha pasado siempre.

-En Oviedo es obligado hablar de Santiago Calatrava.

-No conozco su Palacio de Congresos. Me han explicado cómo es y también que tenía otro proyecto aquí cerca -la sede del Colegio de Arquitectos está en el Colegio Hispania, en Marqués de Gastañaga- pero que al final no se hará.

-¿Pero qué opina de la obra de Calatrava?

-Entiendo que por la espectacularidad que propone puede seducir a cierta familia política. Personalmente, no es una arquitectura que me interese.

-Hace no muchos años que se acuñó el término de «arquitectos estrella» y cada Administración quiere tener el suyo.

-Hay coleccionistas de sellos, de arte y ahora de edificios de determinados arquitectos. De todos modos no es un fenómeno exclusivamente español. Es simple voluntad de coleccionismo y de poder; digamos de presumir. Un político está encantado de mostrar a su público que puede tener tal firma.

-¿El primero en España fue el Guggenheim en Bilbao?

-Sí pero la obra de Frank Gehry se convirtió en un fenómeno que cambió la ciudad. El edificio atrae a mucha gente y eso ha trascendido al resto del país. Además, la arquitectura de Gehry es ideal, ese artefacto es perfecto para ese sitio.

-¿Ocurrirá lo mismo con el proyecto de Oscar Niemeyer para la ría de Avilés?

-No lo conozco en profundidad, sólo los esbozos y creo que se están haciendo las primeras obras. Sí que podría hacer que suceda algo parecido a lo de Bilbao. Es impresionante porque Niemeyer tiene con más de 90 años y nos sigue sorprendiendo con sus últimas obras.