«A veces me siento como un gigante con demasiada fuerza y muy torpe, con una mano de blandiblup. Todo me sale mal». Diego, de 7 años, se siente torpe al vestirse solo, comer o lavarse los dientes. Su historia es una de las que ilustra el libro de Isabelle Beaudry (Ottawa, Canadá, 1968), terapeuta ocupacional que dirige en Oviedo su propia clínica desde 2004, pionera en el tratamiento de problemas de integración sensorial. Su obra, titulada «Tengo duendes en las piernas» (Ediciones Nobel) y realizada con la colaboración de Olga Sánchez Padrón, repasa qué se esconde detrás de las dificultades escolares, la hiperactividad o los problemas de conducta y sueño entre los más pequeños a través de la teoría de la integración sensorial. Los beneficios de la obra se donarán a UNICEF.

Isabelle Beaudry apoya su trabajo con cinco casos que han pasado por sus manos, con transcripciones adaptadas salidas de boca de los niños. «El enfoque que se le da a este tipo de problemas desde la terapia ocupacional es muy poco conocido. He querido darlo a conocer, pero también el punto de vista de los niños, que con sus propias palabras tratan de explicar lo que les pasa», comenta Beaudry. Y así, con un expresivo «Tengo duendes en las piernas», Daniel, de 6 años, trata de explicar qué es lo que le empuja a ser desobediente, mantener una conducta desafiante y presentar un alto nivel de actividad.

Unos problemas que, de no tratarse, pueden ser un lastre futuro y derivar en situaciones más preocupantes en la edad adulta. «Muchas veces marcan el temperamento y la personalidad de quienes los padecen. Por ejemplo, una persona hipersensible a la que todo le molesta tendrá problemas para socializarse o para mantener su trabajo. Otros pueden conducir demasiado rápido o llegar a convertirse en delincuentes», advierte. La terapia ocupacional, con aspectos muy lúdicos, como juegos para los más inquietos, busca dar una solución a todos estos trastornos. «Hay que tener un poco de fe, porque los resultados tardan en verse unas semanas. Pero se ven y son duraderos», explica.

En su dilatada experiencia, Beaudry lo ha visto casi todo. «Los casos más llamativos son los de niños de 5, 6 y 7 años que no mastican, que sólo toman purés», apunta. ¿Problema del niño o de las familias? «Son niños que muchas veces no son comprendidos. Algunos padres me dicen que estar con su hijo es como estar pisando huevos, que en cualquier momento puede estallar», relata para proseguir: «En otros casos pasa todo lo contrario, los padres se quejan de que su niño es muy torpe». Beaudry entiende que «los padres suelen estar perdidos, pero cuando les explicas que ni ellos ni el niño son culpables empiezan a entenderlo», asegura.

Las familias que llegan a su consulta lo hacen «tras haber intentado otras cosas. Muchas veces el tratamiento anterior no había dado resultado porque no se había identificado la causa del problema», dice. Así, si un niño come mal o sólo quiere determinados alimentos «se culpa a la madre de no haber insistido más o se entiende que el niño es un caprichoso. Pero detrás puede subyacer un problema sensorial, como una hipersensibilidad oral que produce arcadas o sabores desagradables. O al bebé que no duerme le puede molestar el pijama o la ropa de la cama, incluso excitarse con los ruidos de la casa», sentencia Beaudry, que busca acabar con la desesperación de muchas familias.