Existe un brocardo jurídico que impide dar lugar a la duda, la vacilación o la interpretación cuando el texto de la ley es explícito: «in claris non fit interpretatio». Y con la única finalidad de dejar claro lo que parece que tiene todo el mundo, en un ejercicio de responsabilidad política (incluso de obligación ética, me atrevería a añadir) el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Oviedo solicita que en el futuro Estatuto de Autonomía del Principado de Asturias conste clara y explícitamente la mención de la capitalidad de Oviedo, con las consecuencias jurídicas y económicas que esto pueda conllevar.

Sin duda, esperábamos la oposición del Gobierno del Principado de Asturias (cuya misión fundamental es decir negro cuando decimos blanco, o llamar gris piedra a lo que ha sido ocre toda la vida), pero que el propio PSOE ovetense vuelva a votar en contra de Oviedo (y van diecisiete años, según las hemerotecas) empieza a ser delito de lesa majestad.

Si parece que nadie duda de la capitalidad de Oviedo, ¿qué problema existe en que conste dicha mención explícita («in claris») para no dar lugar a equívocos, especulaciones interesadas o teorías retocadas («non interpretatio»)? ¿Y cómo alguien puede intentar explicar que vota en contra de la capitalidad de Oviedo en el máximo órgano de gobierno, que es su Pleno municipal? ¿Acaso deben una ronda a alguien y pretenden pagarla a costa de los ciudadanos de la capital? ¿Acaso tienen tal sumisión a sus superiores que el miedo les atenaza?

Esos miedos suyos no deben ser muy reales, o deben ser argumento al que asirse para intentar explicar lo inexplicable, pero, aunque lo intenten cien veces, les juro que no podré comprenderlo jamás. Y como yo, al menos, el 65% de los ovetenses, no lo olviden. Quizá en su caso sea cierto aquello que propugnaba Carl Jung al asegurar que la esfera de lo imaginario también pertenece al plano de lo real porque, como actividad mensurable de la psique, posee una presencia ontológica similar a la de las sensaciones percibidas a través de los cinco sentidos. Y quizá ese temor reverencial a otros intereses sean los que, aunque provengan de su cabeza, con la fuerza de una atadura, les impida levantar su mano, orgullosos, cuando en su Pleno municipal se plantea que en nuestro supremo cuerpo jurídico conste la capitalidad de Oviedo.

Cada uno ha de responder de sus palabras mientras es dueño de sus silencios. Y ustedes aquí no dicen palabra alguna, porque temen que alguno de los suyos se las grite después en un tono más inquisitivo. Y seguirán teniendo esa atadura, esa mordaza, mientras el miedo oprima su conducta política. En ese tránsito, seguiremos defendiendo los intereses de Oviedo donde sea necesario, incluso sabiendo que no contamos con su ayuda ni para defender la consideración jurídica de la ciudad.

Han de saber que el miedo reverencial es atenuante en la comisión de delitos, así que por ahí algo han ganado. El problema es que quizá los ciudadanos de la capital jamás les indulten.

Iván de Santiago es concejal de Patrimonio del Ayuntamiento de Oviedo.