Más de mil niños salieron en un carguero francés desde el puerto de El Musel en la madrugada del 24 de septiembre de 1936 huyendo de la guerra. La evacuación fue organizada por el Gobierno de la República y el destino era la ya extinta Unión Soviética. Ayer una treintena de aquellos niños volvió a reunirse para recibir el homenaje del PCA, de mano de su secretario general, Francisco de Asís Fernández, y para compartir los recuerdos que han sobrevivido a los años.

Remedios Coviella, nacida en el barrio de Pumarín y que tenía 10 años cuando estalló la guerra, resta dramatismo a aquellos días, de los que reconoce que está un poco cansada de hablar. Recuerda la confusión de entonces. «No entendíamos nada», cuenta. Remedios tenía ocho hermanos y cinco embarcaron hacia el exilio; dos de ellos murieron en él. Su compañía y la de los otros niños que los acompañaban en el carguero francés hicieron aquel viaje más llevadero. El cariño de los educadores españoles y rusos que los acompañaron en la travesía y durante sus años en la Unión Soviética los ayudó a superar la nostalgia. «Todos estábamos solos. Los educadores fueron como padres para nosotros», reconoce.

De aquel viaje, Libertad Rodríguez, que emprendió la misma travesía con 9 años, no recuerda el miedo o el desamparo. En el fondo de aquella bodega, todos los niños iban mareados y vomitando, dice, y no tenían cuerpo para sensiblerías. A ella se le perdió la maleta, parece ser que camino a México. La situación mejoró cuando en Francia los recogió el buque soviético «Kooperatchia»: les dieron ropa limpia y comida. «Cuando llegamos a Leningrado nos recibieron muy bien, fue muy emocionante, con orquestas tocando, ramos de flores...», comenta Libertad, pero admite que entonces la embargó «un sentimiento contradictorio: estaba emocionada por la acogida, pero entonces me di cuenta de lo lejos que estaba de España».

En Leningrado los chiquillos fueron repartidos por 16 casas infantiles, incluso hubo familias rusas que se ofrecieron a acogerlos en sus casas. El profesor de Historia de la Universidad de Oviedo Francisco Erice, que intervino en el homenaje a aquellos niños, hoy octogenarios, subrayó que en aquellas residencias infantiles «no se intentaron erradicar las raíces españolas» y siempre estuvo presente «la idea del regreso».

Remedios Coviella lo confirma: ella siempre pensaba en volver y lo hizo, en 1956. Tan decidida estaba a regresar que Remedios, que estudió Geografía e Historia en la Universidad de Leningrado y llegó a ejercer la docencia allí, decidió que no se casaría con un ruso y esperaría a hacerlo en España. En 2005 volvió a Leningrado, hoy San Petersburgo, y pudo encontrar la casa donde estuvo viviendo, un edificio del siglo XVIII en cuya fachada se ha colocado un cartel recordando a los niños españoles que se alojaron en ella y que, durante la ocupación alemana, ayudaron a los soviéticos a combatir a los nazis.

Lo que ni Remedios ni Libertad olvidarán nunca es el día en el que les anunciaron que la República había perdido la guerra. «Nos reunieron y nos dijeron: "Perdisteis la guerra", y lloramos desconsolados». Remedios lo hacía pensando en sus padres y los hermanos que había dejado aquí.

«En el 39, en Leningrado, cuando nos dijeron que habíamos perdido la guerra, lloramos desconsolados»

«Me emocioné con la acogida, pero fue entonces cuando me di cuenta de lo lejos que estaba de España»

«La mayor parte de los niños que estuvieron en la Unión Soviética la considera como su patria de adopción»