Salomé SUÁREZ

S. S.

Los grandes nombres de la arquitectura asturiana de los siglos XIX y XX -con una salvedad del XVIII, la de Manuel Reguera- han sido reunidos por la editorial Hércules Astur en un volumen que se presentó ayer en el Colegio de Arquitectos de Asturias. Dirigida por Nicolás Salvador Egido y coordinada por el crítico de arte Luis Feás, en la elaboración de las monografías han participado Carmen Adams, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo; Héctor Blanco González, doctor en Historia del Arte; Ana María Fernández García, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo; los historiadores Ramón García Avello y José Fernando González Romero; Vidal de la Madrid, profesor de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo; Mari Cruz Morales, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, e Higinio del Río, director de la Casa Municipal de Cultura de Llanes.

Ignacio San Marcos, vocal del Colegio de Arquitectos, calificó la publicación de «imprescindible» para conocer el desarrollo de la arquitectura asturiana hasta su entrada en el movimiento moderno. «El elenco de profesionales ha sido elegido para mostrar lo más representativo de nuestra arquitectura y la obra exhibe una gran calidad de análisis», destacó.

El editor Nicolás Salvador Egido afirmó que, desde su constitución, Hércules Astur asumió «el desafío de editar obras que profundicen en el conocimiento de la cultura asturiana». El volumen presentado ayer se integra en una colección dedicada al arte en la región de la que ya se han editado siete obras sobre pintura y dos sobre escultura, e irá seguido, según anunció el coordinador, Luis Feás, de un nuevo volumen en el que se reflejará el trabajo de arquitectos de referencia -nombres como los de Joaquín Vaquero Palacios o Ignacio Álvarez Castelao- que no han tenido cabida en el actual y los de los profesionales nacidos en la segunda mitad del XX.

Mari Cruz Morales, asesora de la serie y autora de tres de las monografías de la obra, destacó que los estudios «no son meros refritos; se han incorporado aportaciones inéditas, trabajos universitarios, tesis y publicaciones que enriquecen la visión de los que podríamos llamar nuestros arquitectos clásicos». La catedrática recordó durante la presentación al editor Silverio Cañada, «que en su gran «Enciclopedia Asturiana» ya encargó varios apéndices dedicados a la arquitectura; una labor pionera a la que debemos reconocimiento y cuyos avances se concentraron en la «Historia General de la Arquitectura de Asturias», de José Ramón Alonso Pereira».

Tras una introducción de Luis Feás en la que se reconoce el trabajo de una treintena de arquitectos, desde los primeros maestros canteros de los que se tiene noticia hasta el riosellano Luis Lacasa (1899-1966), la primera monografía del volumen es la dedicada a Manuel Reguera (1731-1798), de Vidal de la Madrid, en la que el profesor de Historia del Arte repasa la obra del autor de edificios como el palacio de Inclán, sede de la Consejería de Cultura del Principado. Le siguen las dedicadas a Juan Miguel de la Guardia (1849-1910), el cántabro que marcó con un sello inconfundible la arquitectura asturiana, de Mari Cruz Morales; la del gijonés Miguel García de la Cruz (1874-1935), de Héctor Blanco González; las de Manuel del Busto Delgado (1874-1948) y Julio Galán Carbajal (1875-1939), ambas de Mari Cruz Morales; la de Enrique Rodríguez Bustelo (1885-1983), de Carmen Adams Fernández; la de José Avelino Díaz y Fernández Omaña (1889-1964), de Ramón García Avello y José Fernando González Romero; la de Luis Menéndez Pidal (1893-1975), de Ana María Fernández García, y la de Joaquín Ortiz García (1899-1975), vallisoletano afincado en el oriente de Asturias que dejó un extenso legado, especialmente en Llanes, de Higinio del Río.

La catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, Mari Cruz Morales, aclaró ayer, durante la presentación, que la elección de estos diez nombres que integran el volumen sobre arquitectura asturiana estuvo motivada por su carácter de creadores «clásicos que conducen a una labor honesta, funcional, que daba respuestas y cubría necesidades de diverso tipo, y todo ello sin retrasarse en lo que respeta a corrientes internacionales sino, muy al contrario, siendo muy pioneros en muchos aspectos». El valor de su obra, dijo, se incrementa «en estos tiempos de arquitectos publicitarios, extravagantes y tóxicos, frente a los que ellos son un ejemplo, una seña de identidad y una enseñanza para caminar hacia el futuro».