Idoya RONZÓN

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial ha impuesto 21 años de prisión y el pago de indemnizaciones por valor de 290.000 euros a José Carlos Augusto Braga, que el 14 de marzo de 2006 acabó brutalmente con la vida de Isaura Pascual, su todavía esposa y madre de dos de sus hijos, en una cantera de Bueño (Ribera de Arriba). Un tribunal popular había encontrado a Braga culpable de un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento, con la agravante de parentesco, cometido con una extrema crueldad, ya que «agudizó el dolor de la víctima hasta límites insospechados y se recreó en su agonía», según recoge la sentencia, redactada por el magistrado Manuel Avello Casielles. Sin embargo, el hecho de que el hombre confesara el crimen y condujera a la Policía hasta el cadáver hizo que el magistrado redujera a 21 años la condena, que la acusación particular pedía que se elevara a 25. Sin esta colaboración, apunta, hubiera sido extremadamente difícil encontrar el cuerpo.

El crimen se produjo hacia las tres menos cuarto de la tarde, en una zona conocida como El Caleyo. José Carlos Augusto Braga recogió a Isaura en las cercanías de la casa de acogida en la que vivía la mujer desde hacía dos meses y en la que se había refugiado con su hija por los malos tratos que sufría por parte de su esposo. La pareja tenía además otro hijo, que entonces estaba ingresado en el hospital y que falleció pocos meses después del crimen, a los 3 años. El hombre, a pesar de que durante la instrucción del caso juró y perjuró que seguía enamorado de Isaura, lo cierto es que cuando cometió el crimen convivía con otra mujer, con la que actualmente mantiene la relación y con la que ha tenido un hijo recientemente.

Durante el juicio, José Carlos Augusto Braga, con frases vagas y hasta indiferentes, esbozó ante el jurado un escenario de celos incontrolados ante una posible infidelidad de su esposa -con la que se encontraba en trámites de divorcio- y un arrebato que no pudo controlar y que acabó en asesinato. Nada más lejos de la realidad, según la sentencia. Según el fallo, el hombre llevó a la cantera a Isaura para asegurarse de que nadie la escucharía gritar cuando le clavara, hasta 38 veces, el cuchillo de diez centímetros de largo que llevaba para matarla. El ataque, continúa, se produjo «sobre seguro», de forma rápida, de modo que Isaura no pudo más que intentar de forma desesperada e inútil evitar las cuchilladas con la mano. José Carlos Augusto le causó «males de lujo», totalmente innecesarios, prolongando «de manera deliberada e inhumana» su dolor. Y es que, después de apuñalarla, la arrastró, aún viva, a lo largo de doce metros y la remató aplastándole la cabeza con una piedra.

El magistrado sostiene que no hay pruebas de que José Carlos Augusto e Isaura Pascual fueran a El Caleyo para mantener relaciones sexuales, tal y como declaró el acusado. La sentencia se basa en el testimonio de la hermana de la fallecida, Aurora Machado (con la que mantenía una estrecha relación), que aseguró que Isaura «jamás» le había dicho tal cosa ni tampoco que hubiera iniciado una relación con otro hombre, lo que desmontó la teoría sobre los celos relatada por el acusado. Según el fallo, todo esto sólo fue «una fantasía suya» para justificar el crimen e intentar conseguir una reducción de la condena por un posible trastorno mental.

«Todo en el juicio», continúa la sentencia, «fue un cúmulo de despropósitos del acusado, que inventó cosas tan inverosímiles como que llevaba el cuchillo para comer -no para matar a Isaura-, cuando ni su furgoneta ni en el lugar de los hechos se encontró alimento alguno». El magistrado afirma además que, lejos de sufrir algún trastorno mental, el hombre se mostró frío, sereno y despreocupado cuando condujo a la Guardia Civil hasta el cadáver. Antes de esto había ido a casa de sus padres y a la de su pareja, para contarles lo que había hecho. Según la sentencia, el crimen no responde a otra cosa que al machismo, cinismo, hipocresía y falsa moral del acusado, que creyó «que él podía convivir con otra persona pero Isaura no podía tener a su vez otra pareja», a pesar de que estaban separados.