Marta PÉREZ

El puente del Primero de Mayo ha recalado en Oviedo en pleno apogeo del III Campeonato de pinchos y tapas. El pasado martes, 77 establecimientos de la ciudad comenzaron a servir 95 pinchos diferentes para degustar. Pero faltaban dos ingredientes para que el campeonato echase a rodar: las vacaciones y el buen tiempo. Ayer ambas cosas fueron de la mano y desde el medio día las terrazas se llenaron de clientes al reclamo del pincho.

Para aventurarse en el intríngulis del Campeonato de pinchos ovetenses es fundamental llevar encima un «gastromapa». También es fundamental saber interpretarlo y leer la letra pequeña. Porque no sirve de nada echarle el ojo a un pincho, recorrer media ciudad para llegar al establecimiento que lo sirve y, una vez allí, darse cuenta de que el «gastromapa» dice que la cocina no abre hasta las ocho de la tarde. Son inconvenientes que pueden suceder. Eso mismo le pasó a Iván Fernández, que tuvo que cambiar lo que más le apetecía a eso de la una de la tarde de ayer, un solomillo de matanza con queso de cabra, por un ravioli de langostino. «Hombre, lo de los horarios te coarta un poco; es lo que peor veo. Andas un poco a contrarreloj, apurando el pincho aquí, porque a las tres te cierran la cocina en el bar de al lado», comenta.

Con un «gastromapa» por guía turística se aventuraron ayer en el Campeonato de pinchos ovetense Tania Rodríguez y Andrés Argüeso, dos jóvenes de 24 años, de Vigo, que pasan el puente festivo en Asturias. «Nos encanta la gastronomía elaborada, las cosas modernas», comenta ella. A las tres de la tarde de ayer sólo les había dado tiempo a probar tres pinchos, con sus correspondientes cañas. «Están muy ricos, pero yo me esperaba algo más auténtico, más de la tierra», comenta Tania Rodríguez. «También echo de menos que los bares estén más unidos, más cerca. Porque, de repente, el pincho que te apetece está en la otra esquina de la ciudad», comenta. Por su parte, Andrés Argüeso opina que el pincho «debería tener menos cantidad, para que te dé tiempo a probar más». Asimismo, ya metido en la crítica gastronómica, explica que echa de menos «mas elaboración y calidad». Aun así, la pareja opina que la idea del Campeonato de pinchos, que ya va por su tercera edición, es «buena».

Carlos Ortiz Loza, de Logroño, no tiene reparos en declararse un experto en la consumición del pincho. Como ejemplo cita la calle El Laurel, el paradigma del pincho en su ciudad de origen. «A mí, la cultura del pinchín siempre me ha interesado», explica. «En mi tierra tenemos una tradición, es un tema cultural e histórico. Yo lo que le deseo a Oviedo es que la experiencia se consolide», explica Ortiz. Sobre los pinchos que degustó ayer, el riojano centró sus elogios en uno consistente en un frixuelo relleno de crema de queso. «Riquísimo. De momento, es el que más me ha gustado», dijo.

Para Raquel López el de Oviedo es el primer Campeonato de pinchos al que asiste. «Probé cuatro entre ayer y hoy, no me dio tiempo a más. El que más me gustó fue uno que probé a base de mango, foie y setas. Muy gustoso. Esta mañana no me dio tiempo a repetir; por la tarde volveré con un grupo de amigos para que lo prueben», explica. En la degustación le acompaña, de momento, su primo, Javier Murias: «Mientras no me den pinchos de aire, yo estoy conforme», bromea.

En lo que sí coinciden los degustadores de pinchos que invaden las terrazas ovetenses es en el acierto de los precios. «La verdad es que no está nada caro. Este año se han portado», comenta Elena Rendueles.

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