A consecuencia del frenazo que ha registrado el mercado inmobiliario, hay en España casi 650.000 viviendas sin vender, de éstas más de 10.000 están en Asturias y pon que más de un tercio en Oviedo. Con el «boom», los pisos se vendían solos, no hacían falta especialistas ni apenas inversión en publicidad y merchandising, eran los clientes quienes compraban y los empleados se limitaban a entregar planos, extender letras y contratos para subrogarse en hipotecas, a rechazar las reformas solicitadas por los compradores, aleccionados por los técnicos de la empresa para evitar líos, y, finalmente, entregar las llaves; pero eso no es vender, eso, con ser necesario, es un trabajo de azafatía y sobrecargo. Ahora, con la crisis, cuando la oferta supera a la demanda, cuando el cliente dice «no», empieza el trabajo de los auténticos vendedores. Y de los inversionistas.