Elena FERNÁNDEZ-PELLO

Las fiestas de La Balesquida han comenzado. El pregonero de las celebraciones con las que cada año se evoca a la benefactora de la Cofradía, doña Velasquita Giráldez, ha sido este año Isidoro Nicieza, el director de LA NUEVA ESPAÑA, y en su discurso, repleto de datos históricos, recuerdos y vivencias personales, recorrió los espacios ligados al Martes de Campo, su expresión más popular. En él Nicieza reconoce «la pervivencia del carácter iniciático» de un festejo cuyos escenarios -el Campo San Francisco, el Naranco, los merenderos de Colloto o el Cristo-, «espacios totémicos de la ciudad», van cambiando a medida que crecen sus protagonistas.

«En el principio es el Martes de Campo con su bollo preñao y su botella de vino, y sólo después, mucho después, llegan La Balesquida y su memorable e increíble historia». Así arrancó un pregón en el que Isidoro Nicieza reflexionó sobre la inconsciencia con la que se vive la fiesta en la primera juventud, «una edad brumosa en la que el Universo entero acaba en uno mismo». Ese Universo se amplía después, en el conocimiento de «la esencia de nuestra fiesta más ancestral», y a él se incorporan personajes como la «bondadosa y rica dama ovetense que el 5 de febrero de 1232 donó a la cofradía de los sastres carbayones todos sus bienes».

Isidoro Nicieza se detuvo en un hecho singular, que Oviedo no haya sabido agasajar a sus patronos, el Salvador y Santa Eulalia, y «celebre, en cambio, por todo lo alto las festividades de San Mateo y de una remotísima benefactora de un gremio medieval de sastres». Entre ambas festividades, observó, existen diferencias evidentes. «El Martes de Campo es intransitivo, cerrado sobre sí mismo, casi me atrevería a decir que exclusivo de los carbayones, mientras que San Mateo es receptivo y expansivo, abierto a Asturias», planteó.

El pregonero de La Balesquida se identificó como «un carbayón no nacido en Oviedo» y para quien «tener un cofrade de La Balesquida en casa es una satisfacción», refiriéndose a su hijo. A la Cofradía, por su invitación a pregonar las fiestas, le agradeció «esta oportunidad de hacerme un poco más carbayón».

Sentado en la primera fila de la sala de cámara del auditorio Príncipe Felipe, el alcalde Gabino de Lorenzo siguió el acto, en el que el primero en intervenir fue el presidente de la Sociedad Protectora de La Balesquida, Francisco Blanco, que presentó al pregonero. Cuando éste acabó su discurso subió al estrado el secretario de la Sociedad, José Riestra, para proclamar «el primer aniversario de una nueva era de La Balesquida», en la que el Alcalde les ha proporcionado «unas magníficas instalaciones» y en la que han recibido «apoyos incondicionales».

Aunque De Lorenzo no tenía previsto intervenir en el acto, en un gesto de complicidad con el ex alcalde Antonio Masip, sentado entre el público, se declaró incapaz como político de desaprovechar la oportunidad de hablar. El Alcalde aludió a las «raíces profundas» de La Balesquida, mencionó a su nieto Mateo, que es cofrade, contó un chiste y acabó con una alabanza al «bollín colorao impregnado de grasina».

El coro luanquín «El León de Oro» ofreció el concierto inaugural de las fiestas de La Balesquida. Tras la lectura del pregón y la intervención del Alcalde, comenzó la actuación -en la fotografía-, bajo la dirección de Marco Antonio García de Paz, que tuvo una primera parte dedicada a la música sacra, con obras de Gil Tárrega, Biebl, Mendelssohn y Whitacre, y una segunda mitad netamente asturiana, con piezas como «Paxarines», de Yagüe; «Pasaje astur», de Gavito; «No llores, paloma mía», de Martínez, y «Rosas pandan», de Hernández.