P. G.

«Todo esto significa mucho para nosotros. Estamos ante casi ochocientos años de historia de una tradición que llevábamos viviendo desde niños». Gabriel García Argüelles es el juez de la Balesquida. A sus 23 años es la cabeza visible de una cofradía cuya historia se remonta al siglo XIII y a la figura de una noble carbayona, doña Velasquita Giráldez, que donó todo su patrimonio al gremio de los sastres. A cambio, y desde entonces, la Balesquida tiene una cita con la historia. Su encomienda se centra en recordar la figura de su protectora con varios actos religiosos.

Ayer los cofrades de la Balesquida cumplieron con una tradición. Devolvieron en procesión a la capilla de la Balesquida la imagen de Nuestra Señora de la Esperanza desde la parroquia de San Tirso el Real, hacia donde hizo el camino inverso el pasado miércoles. El temporal de lluvia se tomó el respiro justo para que la procesión se iniciara y concluyera sin problemas dentro del horario previsto. Instantes antes, los cofrades y fieles rezaron un responso ante el sepulcro de doña Velasquita Giráldez, situado bajo San Tirso.

«Es todo un orgullo participar en algo como esto», explicaba Pedro Pérez Escotet, fiscal de la cofradía a sus 43 años, que junto con su compañero Gabriel García Argüelles, representa, según el primero, «el relevo generacional» al frente de la cofradía. Y es que la muerte en 2005 de su último mayodormo, José Joaquín Rodríguez-Sánchez Matamoros, mantiene a la cofradía sin máximo responsable. Matamoros ocupaba el cargo desde 1948. Tanto Escotet como García Argüelles han tomado el testigo de lo que se considera todo un tesoro histórico para Oviedo y por el que velan unos 1.300 cofrades. «Pocas ciudades cuentan con algo con tanta tradición y tanta historia», insiste Pérez Escotet. Y así, las gentes de la Balesquida volvieron a cumplir con su cita con la historia, manteniendo el valor intangible de un acto tan antiguo, y cumplir con la palabra dada a doña Velasquita en 1232.